Hoy, como pocas veces, se expone el vivir cotidiano al asalto, cada día, como si la dignidad de la persona se transara por algunas monedas o por un falso ideal, careciendo por lo mismo de importancia. Por los diversos medios de comunicación, especialmente por la televisión, nos hemos ido acostumbrando a formas de delincuencia repetitiva en las que se mezclan asaltos, homicidios, violaciones y otros. Y ello ha ido creando una sensación de inseguridad y de temor entre muchos de los habitantes de nuestro país.
No sé si esa sensación es real o producto de las imágenes que se repiten diariamente y de la insistencia en reiterar el problema de la delincuencia, que es real.
Sin embargo mi reflexión se quiere orientar por otro camino. A más del temor y de la sensación, en algunos sectores, de estar presos en las casas, vamos adquiriendo una costumbre que puede ser peligrosa. Hace unos días hablaba con una persona que me dijo: "Otra vez lo mismo… no hay caso", refiriéndose a un nuevo homicidio a un joven. Y poco después, al llegar las noticias, alguien indicó: "Apaguen la tv y la encienden más tarde Ya sabemos lo que van a decir. De nuevo la historia de los alunizajes, los tiroteos. etc."
Ahí está ese nuevo peligro. Nos hemos ido acostumbrando a estos sucesos y con ellos vamos perdiendo el sentido de valores muy profundos como la dignidad de las personas y de su vida. Para algunos esto resulta novedoso por que se siente, en algo, la adrenalina que parecen buscar. Para otros, es parte de la costumbre de nuestro vivir actual. No nos extraña ya, no sólo el atentado contra bienes que son patrimonio de todos y que muchas veces son necesarios, como postas, jardines infantiles y otros, y tampoco nos extraña las pérdidas que sufren pequeños o grandes comerciantes. Pero lo más grave es que no nos extraña, mientras no nos toque a cada uno de nosotros, el atentado contra la vida, que sufren muchas personas por venganza, por ajustes, por imprudencia de conductores o sólo por pasar por un lugar determinado.
Ni siquiera nos asombra que en algún momento se dispare a alguien por problemas de celos o porque el otro era de un club deportivo distinto. El atentado contra la vida, en sus diversas formas, así como la violencia, se van convirtiendo en una costumbre de nuestras noticias y vamos perdiendo la admiración inquieta por situaciones que, en si mismas y en las raíces que las producen, engendran maldad.
Escritor y académico
Ciro Schmidt Andrade