Este año ha sido trascendente para la educación pública chilena, sin duda los profesores han dado un ejemplo al mundo del país que los chilenos esperan, y aún, con mucha gente en contra que no logra entender la profundidad de los cambios y opta por la lectura superficial más fácil y conveniente a la necesidad y urgencia del momento, se han establecido conceptos que los chilenos ya habían casi olvidado como educación gratuita ,sin lucro y sin discriminación para todos los niveles del sistema.

Hay logros, pero también quedan temas pendientes, y no pocos. Atendiendo a la brevedad de este espacio otorgado enumeraré tres :

El primero y más doloroso es la respuesta del ministerio a la deuda histórica, que si bien es cierto no ha cerrado las puertas, ha extendido los plazos y requerimientos para ello, sin considerar la urgencia y la edad de muchos afectados en base a ello se ha establecido una serie de actividades tendientes a sensibilizar no sólo a quienes deben legislar sino a la población a través de actividad comunicacional a todo nivel y con participación de todo el magisterio chileno.

Lo segundo es consolidar lo alcanzado en la Carrera docente, pero insistir en varios puntos que aún no se resuelven como el bono de incentivo permanente al retiro, afinar y reglamentar el futuro encasillamiento, bloquear cualquier iniciativa para validar pruebas habilitantes y causales de salida. En este aspecto la severidad debe estar puesta en las instituciones formadores cuya obligación es entregar al país un profesional competente.

Finalmente y de manera muy sucinta por esta vez, me referiré a la desmunicipalización o Nueva educación Pública, y aquí se insistirá en afirmar que no hay cambio válido si permanece el mismo sistema de financiamiento o boucher. Porque el país se lo merece, se debe eliminar el pago por asistencia de alumnos y establecer uno de carácter basal que termine con la competencia propia de un sistema mercantil.

El pecado original de este cruel sistema es el boucher de la educación pública, no importa cuánto se ornamente para que se vea mejor. Sin modificar el financiamiento nada cambia.

Aún es tiempo: educación pública con financiamiento basal en todos los niveles del sistema. Eso si es una gran reforma.

Elba Vargas, vicepresidenta del Colegio de Profesores

provincia de Osorno

Chile es el país de la OCDE donde las familias más aportan en el ámbito educacional, y donde menos lo hace el Estado. La frase del político y reformista chino Deng Xiaoping (1904 - 1997), quien alguna vez señaló "no importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato", sirve para retratar lo que no ocurre con la educación superior chilena, o más específicamente, con sus alumnos.

En la actualidad y en el futuro, los beneficiados seguirán siendo los estudiantes de las instituciones acreditadas, que no lucren. El espíritu es el correcto, sin embargo, no parece ni justo, ni efectivo, considerando que los educandos más pobres no están precisamente en estas alternativas.

Las poblaciones más desposeídas que siguen educándose lo hacen en institutos profesionales, centros de formación técnica e incluso en varias universidades privadas. Por costo de las carreras, duración de las mismas y empleabilidad, entre otras, el grueso de los jóvenes que tienen la fortuna de entrar a la educación superior, no tiene más opciones que las citadas.

Es triste decirlo, pero los mejores puntajes de PSU habitualmente provienen de colegios particulares que tienen la chance de ir por las mejores carreras en instituciones que cuentan con los beneficios del Estado. Esto ocurre mientras los segmentos más vulnerables compiten en desventaja y sólo pueden optar a aquello que les alcanza.

¿Es justo aquello? Por supuesto que no. Entendemos que la educación genera movilidad social y, por tanto, es especialmente necesaria en los tramos más comprometidos. En tal perspectiva, es evidente que muchas instituciones, constituidas en el papel, como "con fines de lucro" entregan un enorme aporte al país y no hacen retiro de utilidades (lucro).

En nuestro país, el presupuesto en educación ha estado creciendo en los últimos años a un ritmo promedio anual superior a 800 millones de dólares; sin embargo, el grueso de la ayuda continúa concentrándose en los mismos segmentos, mientras los más pobres, a los que tanto gusta aludir a los gobiernos, siguen realizando enormes esfuerzos para mejorar sus condiciones de vida y no hacen distinciones respecto a la universidad o centro de educación al que acudirán, para formarse un futuro.