A vender y regalar
Sales, te mueves, dejas atrás. Pero no sabes bien por dónde empezar. Caminas. Hacia dónde. No importa; eso vendrá después. Ya verás según lo que encuentres. Paciencia. Estirar las piernas te ayuda a pensar, pero de memoria, sin objeto preciso. Lejos. ¿Estará bien dicho? De otro modo, mejor callar. Elimínalo. Una flecha circular. No, tampoco te convence, es demasiado; el origen no tolera esos brincos. Deja el lirismo para las despedidas. Lo tuyo es volver a volver. Caminas. Hacia dónde. No hay meta, pero sí estaciones que recorrer, paradas intermedias. Primero la casa. Sacar a los arrendatarios y recuperar la casa. Eso antes de cualquier otro plan. Luego vendrá la operación de venta: imprimir anuncios, buscar abogados, recibir ofertas, negociar condiciones, destacar los beneficios del paño. Convencerlos de todo lo que piensan. En tercer lugar, no tienes ni idea. Por ahora, estás acá. Finges que estás acá, aunque estés muy lejos. Dónde. Más cerca que nunca, en realidad. La distancia de los años favorece en esto la contigüidad de los espacios. El smog, eso sí, te irrita los ojos. Pleno invierno; a quién se le ocurre aterrizar en Santiago en estas fechas. Mejor sigue adelante, no pienses, comienza de nuevo. Muévete. Así, tal cual. Caminas de una esquina a otra por la avenida de la infancia. Irarrázaval sigue igual. Qué suerte. Nada ha cambiado demasiado. Te paras frente a un cruce de peatones. Miras. Hacia dónde. Cuidado. Tiemblas. Otra vez ese temblor en las piernas. Sientes el cuerpo insonorizado. La velocidad se apaga. No oyes nada. Las micros pasan a centímetros de tu nariz. La visión se nubla, se entorpece. Te zumba la cabeza. Prepárate. Vas a caer en cualquier instante. De frente contra una micro o desfondado, en cámara lenta. Una caída impasible, de actor paródico que nunca termina de caer y en algún momento incluso se rebela contra el destino ya escrito de su personaje, escupe al cielo y huye bajo la luz de los seguidores y la furia del público. Te preguntas por qué, desde cuándo. Tiemblas un poco. Cálmate, tranquilízate. No pienses en eso. Ya no pienses. Sigue caminando. Aquí la superficie es plana. Deslízate. Eso es. Sigue así. Equilibra el cuerpo sobre el líquido denso y espumoso de los días. Las piernas firmes y las manos fuera de los bolsillos. Sin aspavientos. Recuérdalo: no has venido a vender; vienes a regalar.
Casa chilena
Roberto Brodsky
Literatura Random House
254 páginas
$12.000
Adelanto del libro "Casa chilena"
Por Roberto Brodsky
Cálmate, tranquilízate. No pienses en eso. Ya no pienses. Sigue caminando. Aquí la superficie es plana. Deslízate. Eso es. Sigue así. Equilibra el cuerpo sobre el líquido denso y espumoso de los días.