Hace no muchos años atrás era muy común encontrar niños jugando en la calle, en las plazas o en los patios de las casas. Cuando éramos niños, disfrutábamos de juegos no muy complejos como la capacha, el paco ladrón, el trompo, los pingos, el yoyo, la payaya, la panadera, caballito de bronce, lobo está, la botella envenenada… ¿Quién no jugó al luche o a la chola pesca?
Podríamos seguir enumerando juegos que nos traen lindos recuerdos, sin embargo nuestra intención es que tomemos conciencia y nos preguntemos ¿qué pasó? ¿Por qué los niños ya no juegan en los barrios? ¿Cuándo perdimos esta costumbre? ¿Cuándo dejamos de traspasar esta cultura lúdica a nuestros hijos?
Abordando este tema desde la educación física, vamos a puntualizar algunas consideraciones de las actividades lúdicas. Los juegos de antaño implicaban movimientos de grandes grupos musculares, un desarrollo inherente de la motricidad gruesa y una mejora sustancial de nuestro sistema cardiorrespiratorio; lo que a su vez redunda en una mejora de nuestra calidad de vida y pronóstico futuro de salud.
La alimentación es otro factor importante que ha cambiado con los años ya que hoy día se produce un consumo desmesurado de la llamada "comida chatarra" que aumenta la ingesta calórica diaria en niños y adultos, disparando los índices de obesidad. El crecimiento supone requerimientos energéticos diarios que disminuyen progresivamente: un 35% durante los primeros 3 meses de vida, 6% a los 6 meses, 5% a los 12 meses, 3% en el segundo año de vida y posteriormente permanece en torno al 1 ó 2% hasta la adolescencia.
En la actualidad, la actividad física parece consumir menos de lo estimado históricamente en los niños. En pequeños de 5 años se han encontrado porcentajes de gasto energético debido a la actividad física de 16 y 17 %; muy por debajo de los 25 a 30% que se daba hace 25 años atrás. Nuestra intención no es criticar lo que juegan nuestros hijos, sino que crear conciencia para que, como padres, nos preocupemos de complementar los juegos actuales -generalmente electrónicos- con los de nuestra época ya que esta combinación sin duda dará fuerza al desarrollo integral de los niños. Jugar no es perder el tiempo: el juego fomenta la autoestima y las relaciones interfamiliares, aporta seguridad, potencia las habilidades sociales y emocionales, aumenta el control emocional, fomenta la creatividad, favorece la atención y promueve la felicidad.
Los invitamos a jugar entonces.
Cristian Gallardo Meza Docente Preparador Físico Santo Tomás Osorno
Fabián Huerta González Jefe de Carrera Preparador Físico Santo Tomás Osorno