Secciones

Ceniza del Calbuco disminuye producción de murta y miel de ulmo en Ensenada

CONSECUENCIAS. A 45 kilómetros de Puerto Varas, productores conviven con la inquietud de cómo será el desarrollo de su fuente de trabajo los próximos años.
E-mail Compartir

Lucía Hernández vive en el kilómetro 36 y medio camino a Ensenada, tiene 64 años y toda una vida recolectando y haciendo productos con el fruto típico del sur de Chile: la Murta.

"Vengo de familia de colonos españoles, que junto a los alemanes, colonizaron este sector y vivieron siempre del campo, de los corderos, vaquillas, novillos, cerdos, la murta, nalcas, avellanas y todo lo que la tierra nos da. Mi madre me enseñó sobre este fruto tan noble, que me sacó adelante haciendo mis conservas y vendiéndolas durante años", dice.

Como Lucía, son muchos más los que trabajan con murta, de hecho existe la "Agrupación de la Murta" que cuenta con 14 socias, que realizan diversas actividades y están en la constante búsqueda de mejorar la venta de sus productos y llevar a cabo actividades que apoyen su difusión.

La murta y el comercio

La murta, también conocida como murtilla, es un fruto silvestre que habita la región y crece en matorrales cálidos y sectores sin exceso de humedad.

Muy aromática y de dulce sabor, es un fruto de color rojizo más pequeño que el arándano, que desde tiempos remotos fue recolectada por el pueblo mapuche para incorporarla en su alimentación y hacer infusiones con sus hojas.

Con la llegada de los colonos, fue también utilizada para preparar mermeladas, conservas, licores, kuchenes, jaleas y en la actualidad se ha ramificado y se pueden conseguir también en cervezas, jarabes y hasta jabones.

A la hora de la venta del producto, el problema es que hay que contar con resolución sanitaria, y la agrupación no tiene hasta el momento un espacio físico acorde a esas necesidades, donde manipular el fruto y venderlo a los grandes hoteles y comercios. Es por ello que muchos compran la murta "en bruto" y son ellos mismos los que preparan sus productos.

"Esto es también un problema, porque hay muchos que no cuentan con el tiempo suficiente para hacer todo el proceso y es por eso que buscan a los pequeños y medianos recolectores y productores. De todas maneras, nosotros vendemos al por menos en nuestras ferias y festivales", reflexiona Lucía.

Efecto calbuco

La murta florece en el mes de diciembre, donde los "cogoyos" retoñan y se preparan para dar el fruto que llegará a su maduración a fines de febrero y marzo.

"Hace años notamos que la murta cada vez crece en lugares más alejados, hacia la zona de la cordillera, pensábamos que era por la contaminación; ya que la murta al ser una flor endémica, es muy delicada a los ruidos, al polvo, a los químicos. Esta última temporada nos sorprendió que la murta haya florecido tanto en el valle (parte de abajo, en donde no suele crecer, y si crece madura recién a finales de abril y principios de mayo) y la cantidad que había era impresionante, eran más grandes que de costumbre y no dábamos abasto para su recolección. Con la erupción del volcán, comprendimos que este fenómeno se dio porque la tierra se estaba preparando, en el suelo había más calor que de costumbre, y esto aceleró el proceso de maduración", comenta Hernández.

Con la erupción, toda la zona quedó llena de piedra molida volcánica y las plantas de murta quedaron tapadas; y duramente castigadas. Se perdió mucho fruto que no había llegado a ser recolectado.

A pesar de lo acontecido, las productoras aseguran que este año no ha sido tan malo y que los productos que se llegaron a hacer con las últimas murtas están prácticamente todos vendidos.

Esta situación conllevó a que el precio del kilo de murta subiera de $1.000 a casi $3.000 por su escasez y gran demanda.

"Esperamos que florezcan murtas en febrero, las plantas ya tienen brotes; y si bien están creciendo algo más débiles porque la piedra volcánica molida influyó, tenemos la esperanza de tener una buena temporada, aunque de menor cantidad y a un precio elevado porque la demanda será mayor", finalizó la socia de la Agrupación de la Murta.

La miel

El sector apicultor de Ensenada también sufrió las consecuencias del Calbuco, en donde varias colonias de abejas se vieron afectadas por la contaminación que produjo el material piroplástico que lanzó el volcán.

Gerardo Luckeheide, un conocido apicultor de la zona, comentó a El Llanquihue:

"Nosotros tenemos una colonia de abejas muy cerca de la falda del Calbuco, casi a orillas del río Tepú y cuando ocurrió la erupción la faena ya había terminado, tuvimos que tomar algunos recaudos y precauciones con los panales, pero logramos salvarlas. Ahora estamos esperando la floración de noviembre, a ver qué pasa; todavía es incierto y los resagos del volcán llevarán su tiempo neutralizarlos", aduce.

Otra fue la suerte de otros apicultores, que terminaron con sus colmenas enterradas y con condiciones adversas, como la empresa Ulmosur de la familia Franz, que tiene su colmena camino a Hueñu Hueñu.

Según comenta Marisol Serrano, "teníamos 809 abejas y 32 núcleos, con lo de la erupción todo se transformó en un caos, las colmenas quedaron tapadas y costó mucho sacar toda la piedra volcánica que azotó la zona y hay cajones que todavía están bajo agua".

Agrega que si bien "las abejas estaban invernando, muchas murieron por el polvo y las cenizas y sabemos que hay muchas que morirán. Como buenos previsores, habíamos guardado miel y la producción estaba hecha, por lo que los pedidos fueron entregados, pero lo peor es el futuro: no sabemos si el año que viene tendremos miel. Es incierto el comportamiento de la naturaleza de aquí en más y qué pasará en la primavera. En nuestro predio hay aromos, pero la mitad están con los brotes quemados".

Lugareños y entendidos en la materia aseguran que la reforestación de la zona afectada tardará como mínimo 3 años más, por lo que el efecto Calbuco va mucho más allá de lo que está a la vista.

3 años estiman se demorará en retomar la producción de miel de ulmo y murta de la zona cubierta de ceniza.