Una poco conocida estrategia, pero que resulta absolutamente necesaria con miras al futuro, es la que han adoptado un grupo de empresarios de la comuna de Puerto Octay que están empeñados en lograr que la zona en torno al lago Llanquihue se convierta en un destino con sello de turismo sustentable.

A tanto llega el compromiso de los involucrados en esta iniciativa, que un grupo de ellos ha decidido desde hace un tiempo adquirir los llamados "bonos de carbono", con el objetivo de pagar una compensación en dinero por las emisiones de dióxido de carbono que se generan en sus recintos.

El objetivo de este sistema -de creciente utilización a escala global- es lograr que en otros países con menor cantidad de recursos se apliquen iniciativas medioambientales para "compensar" el impacto al entorno natural que generan determinadas actividades, y en este caso específico, el turismo en la zona del lago Llanquihue.

Contar con este sello de sustentabilidad tiene una importancia vital sobre todo en este rubro. Así lo dejó de manifiesto en una reciente visita al país el experto internacional de nacionalidad holandesa Andrés Fellenber, quien participó en Santiago en el seminario "Desafíos de Calidad y Sustentabilidad ante las Nuevas Tendencias del Mercado".

El profesional, quien posee una vasta experiencia con la implementación de sistemas de calidad y sustentabilidad en empresas turísticas, destacó que para hacer frente a los desafíos que en la actualidad se plantea a la industria turística, la diferenciación es fundamental y en este sentido, la vía de la calidad y la sustentabilidad deben ir de la mano para lograrlo.

"Hay estudios que se han realizado en Europa y que han demostrado una clara tendencia al crecimiento respecto a la sustentabilidad, el 87% de los británicos encuentran que es bastante importante que las vacaciones no dañen el medio ambiente y el 71% quiere beneficiar a las comunidades locales", dijo.

Este dato grafica claramente por qué es necesario avanzar en una temática hasta ahora poco conocida, pero que puede marcar grandes diferencias a futuro.

A raíz del pésimo ambiente laboral existente en la empresa France Télécom, la compañía perdió entre los años 2008 y 2010 a 49 de sus trabajadores, quienes, en función de las malsanas prácticas de administración reinantes, optaron por suicidarse. Posteriormente, durante el año 2014 se produjo una segunda ola de suicidios -diez en total: tres mujeres y siete hombres- la que estuvo vinculada directamente con el estilo -equivocado y distorsionado- de trabajar, gestionar y liderar en esta empresa, lo que da cuenta del ambiente podrido que continuó reinando en esta institución, luego de la primera serie de suicidios colectivos.

Por oposición a tal aborrecible situación, se quiere destacar con fuerza que las cosas se pueden hacer de una manera totalmente distinta en una determinada organización, a saber: podemos tener una empresa en donde existen altos índices de eficiencia, donde reina el buen humor, así como también un ambiente grato y acogedor, sin que por ello se pierdan, de manera alguna, las metas de productividad y de calidad necesarias para que una compañía pueda tener éxito y competir en los mercados nacional e internacional, basados, eso sí, en premisas básicas y esenciales de buen trato del colaborador, bajo el alero de un comportamiento ético y con un norte claro que apunte a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE).

Por lo tanto, para que la RSE se valide a sí misma, ésta debe, necesariamente, partir y comenzar por casa. Ello implica, derechamente, preocuparse por entregar un buen trato -y un trato que sea digno- a quienes constituyen el hard core de toda organización: su Capital Humano. Por cuanto, tal como lo señala el investigador Claude Vermont-Gaud: lo que diferencia a una institución que tiene éxito de otras que no lo tienen, son, ante todo, las personas, su entusiasmo, su motivación, su creatividad y su honestidad.

En función de lo anterior, si una determinada empresa desea aplicar la RSE con propiedad, más vale que no borre con el codo lo que escribe con la mano y, en consecuencia, es preciso que ésta se dedique a respetar y poner en práctica todos aquellos valores que aparecen ligados a su visión y misión.

Por otra parte, hay que dejar sentado, que si bien el liderazgo no es un concepto moral, desde mi punto de vista, si no tiene un componente ético asociado a su práctica, entonces, desde ese mismo instante, se convierte en un liderazgo inane, claramente destructivo y negativo que comienza a corroer y derruir los pilares que componen el armazón de cualquier organización, sea ésta de tipo productiva o de servicios, sea pública o privada.

Dr. Franco Lotito C.