La historia del último sereno que cuida las calles del centro con una linterna en mano
rondín. Daniel Henríquez (56) ha cuidado locales durante la noche desde hace 33 años y actualmente trabaja en calle Bilbao, entre Matta y Bulnes. Asegura que por el riesgo que se corre actualmente en la vía pública, la mayoría dejó el oficio.
leonardo.yevenes@australosorno.cl
Daniel Henríquez no se viste con manta de Castilla ni sostiene un farol, como la imagen clásica de los serenos o guardias nocturnos; pero sí tiene una linterna de luz azul y actúa como un rondín (aunque él prefiere ser denominado como nochero) que se pasea durante las noches reguardando la seguridad en un par de cuadras del centro de Osorno.
Daniel comienza tarde su trabajo, a esa hora donde la gente camina apurada y comienza a desaparecer de las calles y donde la frecuencia de autos y colectivos se hace escasa. Vestido de negro y azul oscuro, y con un jockey en la cabeza, Daniel llega puntualmente a las 21 horas a su trabajo, el cual consiste en vigilar durante la noche la calle Bilbao, entre Matta y Bulnes. Trabaja hasta bien de madrugada, cuando ya comienza a asomar la luz de un nuevo día.
Por precaución, Daniel no da dirección ni indicios del sector en donde vive, tampoco da detalles acerca de su familia. Son 33 años los que lleva "patrullando" las calles osorninas y da a entender que su oficio le ha hecho, probablemente, acreedor de muchos enemigos, especialmente ladrones.
Y sobre todo cuando trabajó como rondín por varios años en calle Ramírez, donde le tocaba vigilar una gran cantidad de locales comerciales.
Inicios
Con 56 años de edad, este hombre indica que son pocas las personas que actualmente desempeñan el oficio.
Eso, porque hay que trabajar todas las noches por igual, especialmente durante los festivos. "Aquí uno se pasa los feriados trabajando, los fines de semana y hasta la Navidad y Año Nuevo y hay pocos dispuestos a hacer eso, sobre todo porque se pierde la conexión con la familia", señala Daniel, quien admite que este trabajo alguna vez le costó su primer matrimonio.
También señala que la situación actual no da para que mucha gente se entusiasme en realizar un oficio así, ya que indica que deambula gente muy violenta por las noches, lo que hace que pocos se atrevan a cuidar un lugar expuestos en la calle.
"Hay que tener 'sangre' para esto. Si uno no tiene sangre, mejor es que uno se dedique a otra cosa", indica el nochero aludiendo a la valentía de tener que enfrentarse ya sea a insultos o agresiones físicas con uno o más delincuentes, cosa que ya lo tiene curtido, ya que comenzó en el oficio el año 1982, cuando su padrastro también se desempeñaba en el mismo rubro y él comenzó a acompañarlo cuando apenas tenía 23 años.
"Fue en los años '80 cuando comencé y mi padrastro se desempeñaba como rondín en calle Los Carrera, a la altura de lo que es la panadería Galaz. Allí empecé y nosotros nos encargábamos de que no robaran en los locales que se encontraban allí. Teníamos ciertos sectores donde había gente de plata que nos pagaba para que cuidáramos aquellas calles".
Daniel Henríquez señala que actualmente trabaja para una empresa que tiene una serie de locales en las cuadras que vigila, donde también ayuda a prevenir delitos que afecten a otros locales, a dueños particulares de autos e incluso a los peatones.
Luego de haber participado en el sur en la amenaza de guerra entre nuestro país con Argentina el año 1978 por las islas Picton, Nueva y Lennox, Daniel mantuvo cierta participación en el Ejército, pero luego quedó sin trabajo. Por ello, trabajar de rondín junto a su padrastro se convirtió en una oportunidad laboral.
"En esos tiempos el trabajo escaseaba y trabajar de rondín se convirtió en un oficio que finalmente nunca dejé", reflexiona.
"Antes trabajaba y cada uno de los locales que cuidaba me pagaba por hacerlo, pero hace unos años me trasladé a trabajar en este sector, ya que ellos se preocuparon de hacerme un contrato, con lo que ahora cuento con una seguridad laboral", señala Henríquez mientras saca su linterna de luz azul y comienza a hacer la ronda por calle Bilbao, entre Ma-tta y Bulnes, entregando seguridad tanto a los locales que cuida como a los pocos transeúntes que deambulan por a esa hora.
Barrio
La calle Lynch era otro barrio que contaba con rondines que cuidaran a los locales comerciales. Así lo cuenta Carlos Mendoza, quien lleva medio siglo en el barrio con la carnicería que lleva su apellido.
"Hubo uno famoso que se llamaba Leonardo Morales, era un 'hombrón' que nunca se despegaba de su manta de Castilla y debajo de ella siempre llevaba una luma de grandes dimensiones con la que imponía respeto", dice el dueño de la carnicería, quien señala que todos los comerciantes del lugar le pagaban una cuota por cuidar el lugar de quienes deambulaban por el lugar intentando robar o asaltar.
En una oportunidad, cuenta Carlos Mendoza, una pareja se encontraba realizando un delito en uno de los tantos locales que Morales cuidaba, quien fue a sacarlos de ahí.
"Yo estaba viendo todo desde el segundo piso de mi local y era de noche. En ese momento el delincuente se vio tan mal ante este tremendo hombre, que el tipo sacó una pistola de bajo calibre y le disparó a nuestro rondín. Para asombro de todos, la bala quedó atrapada dentro del hilado de la gruesa manta de Castilla y no le pasó nada. Al darse cuenta de esto, Morales lo agarró con la luma y de ahí para qué le voy a contar lo que pasó", concluyó Mendoza, quien asegura que ahora los locales cuentan con alarmas y mayor seguridad para protegerse.
Todo ello, sin duda, ha generado que casi no existan nocheros o serenos por las calles, siendo un oficio casi extinguido de la ciudad.