Osorno es privilegiada.Se forjó con espíritu emprendedor de quienes buscaban una ciudad adelantada. Se sitúa entre lagos, volcanes y montañas, la cruzan dos ríos. Posee conectividad local, provincial e internacional. Su arquitectura, cuadra a cuadra, habla de su historia.
Hoy, debemos pensar en la ciudad del futuro; aquella que para nuestros nietos y bisnietos.
A través de una ciudad moderna y activa, cuyo comercio, turismo y geografía se renueven constantemente, más allá de la leche y la carne, podemos develar muchos de sus valores que hasta ahora no han sido advertidos. Los ríos, cuyos parajes permanecen tristemente ocultos, son un valor que nada dicen del histórico tratado firmado en la confluencia de sus aguas, dando origen a nuestra ciudad en 1793.
¿Es posible vivir con amnesia sobre estos dos hitos geográficos y urbanos tan relevantes?
¿Podemos imaginar una ciudad navegable por sus ríos y caminable por sus riberas?
Ciertamente podemos, porque tenemos de base nuestra historia. Quienes nos precedieron lo demostraron con su impronta de desarrollo.
Debemos pensar en una ciudad con riberas abiertas hacia ella, que fomente el tiempo y la demora, y propicie el "encuentro con el otro". Riberas de activo comercio, donde el teatro, las artes, bibliotecas y restaurantes nutran su uso y orienten su destino.
Si abrimos "Corredores Urbanos" convergentes al río, se posibilitará el rápido acceso hacia sus orillas, permitiendo irradiar su potencial aglutinador hacia los diferentes barrios, dando perspectiva a los posibles emprendimientos que ahí se generen. Ello detonará una energía urbana transformadora.
Para vivir el río, renovar sus riberas, integrarlo a la ciudad y a los ciudadanos, debemos no solo hacer obras que así lo permitan, debemos ser cuidadosos al recuperar y restituir este patrimonio inmaterial. Es un desafío para todos velar por una ciudad que mejore nuestra calidad de vida, que sea integrada, inclusiva, amable, y a escala humana. Una ciudad con sentido.
Paulo Arce