Juventud: edad media entre la niñez y la edad viril. Como se sabe, antiguamente el troglosapiens era guagua hasta los dos años, papá responsable a los 20, y criminal nunca antes de los 35. Actualmente al año ya va al colegio, a los tres contesta el teléfono (nadie en casa), a los cinco es master en computación y a los 15 ya tiene prontuario.
En un Chile tan democrático, internacionalmente insertado y con todos los derechos habidos y por haber, cuando vemos los numeritos perpetrados por mozalbetes con pantalón de colegio y vocabulario de político, a los ciudadanos pagadores de impuestos no nos queda más que preguntarnos ¿por qué un aprendiz, dependiente de un adulto exige algo que no ha ganado?
Aún más ¿cómo es posible que en tiempos de paz, nuestros tesoritos anden armados hasta los dientes, asaltando micros, acuchillándose en el colegio, apedreando peatones, lanzando molotov a Carabineros y destruyendo propiedad pública y privada? Todo a nombre de una sarta de exigencias insólitas.
No es por pelar, pero no hay que ser muy brillante para deducir que no es el divino tesoro de la juventud el culpable. ¿Culpable? Padres, abuelos y en general este moderno sistema que consiste en poca vigilancia y mucho tiempo libre y todo abonado por la ausencia de límites.
¿Límites? Listo; pobre del que se atreva a pronunciar esta palabra. Las actuales autoridades le tienen terror al vocablo y los niños desconocen el concepto por lo que aquí mismo se vuelve a dividir el país en dos: los adultos que del cofre del tesoro de la juventud reemplazaron las palabras disciplina y jerarquía por "tengo derecho" y "quiero", cambiaron mamás por adolescentólogos y sobremesas por orientadores escolares. Del colegio han restado clases de religión y aumentado el radio "libertad personal".
En el otro grupo; padres valientes capaces de transmitir a sus hijos el valor del deber y las consecuencias de sus actos... ¿O será muy tonto lo que estoy diciendo?
Vivian Arend