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Cierre de almacén tras 33 años pone fin a tradición de dejar la lista de compras

Barrio Lynch. El Supermercado Belén del empresario Isa Hayal, cerró sus puertas luego de vivir su etapa de auge en los años '80. El dueño ve con nostalgia el fin de una tienda con historia en la zona.

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Mientras los transeúntes en calle Lynch se preocupan de esquivar las gruesas gotas de lluvia que se han presentado durante todo lo que va de junio, otros corren para alcanzar la locomoción y se apuran en realizar las compras para volver al calor del hogar, ninguno se da por enterado que el local que se ubica a la altura del 1578 está cerrado hace varias jornadas.

Y es que con el vaivén diario pocos se percataron que el último viernes de mayo y luego de más de 30 años atendiendo al "casero" osornino, el emblemático Supermercado Belén cerró sus puertas definitivamente.

Belén era uno de los pocos locales comerciales de barrio donde el cliente todavía podía dejar encargada su lista de compras con el vendedor y pasar a retirarla más tarde ya lista o para reparto a domicilio.

Inmerso en el emblemático barrio Lynch, donde de a poco la modernidad y la competencia de los mega mercados ya han hecho desaparecer otros almacenes similares al Belén, como lo fueron La Perla, el San Antonio o el París. Lugares donde tanto el osornino como el recién llegado desde el terminal rural -a pocas cuadras de allí-, podía encontrar lo necesario para todo el mes.

Tristeza

Pese a que Isa Hayal , dueño del Supermercado Belén, sabía desde hace varios meses que las cosas no iban bien para su tienda, se negaba a la posibilidad de cerrar de forma definitiva y por lo mismo se resistió a la idea lo más que pudo, hasta que finalmente ese día llegó el 29 de mayo pasado.

"Nosotros abrimos como almacén a principios de los años '80, más exactamente en 1982", cuenta el hombre de 66 años quien durante toda su vida se ha dedicado a las ventas.

"Antes de que (Belén) se volviera como tal, nosotros ahí teníamos una tienda donde se vendía toda clases de lanas y luego se transformó en tienda de provisiones", explica.

De ahí la razón - aclara este empresario de origen palestino- de aquellos tradicionales cajones apegados a las paredes, tan característicos del lugar donde se exhibían todos los productos al público.

"Resulta que funcionó muy bien poner la mercadería en los estantes donde antes poníamos la lana ya que se mostraba muy bien, por lo que no hubo necesidad de transformar el local cuando dejó de funcionar la tienda de lanas, que se llamaba 'Lanas Hayal'", precisa Isa.

Y aunque el empresario todavía mantiene una serie de emprendimientos a su nombre (entre los cuales se encuentra la manufacturación de uniformes de colegio o la venta de lanas en calle Lynch), muestra un dejo de sentimentalismo a la hora de hablar de los pocos espacios que le dejan al pequeño comercio las grandes tiendas de retail.

Historia

Recuerda con nostalgia los tiempos cuando manejaba una tienda que tenía hasta 31 empleados y donde dice, "ganábamos 50, 60 (veces) y me atrevo a decir que más, de lo que estamos generando ahora. Para poder cumplir con los requerimientos de lo pedido, contábamos con una bodega que se ubicaba en calle Prat, donde almacenábamos lo que se vendía en la tienda, ya que el espacio que allí teníamos, nunca se amplió y necesitábamos más".

Ese anhelo no es solo por las ganancias que le producía sino que porque las grandes claves para ser un almacén rentable, eran para Hayal la rapidez con la que se atendía a la clientela y la importancia de entregar un trato personalizado a quienes llegaban a comprar sus productos.

"No es como ahora que si vas a una tienda o a un supermercado, tienes que buscar a alguien que te dé una orientación o te pueda ayudar", remarca.

Lo mismo sucedía con la familiaridad que se creaba entre dependiente-cliente y donde Hayal indica que muchos de ellos llegaban a contarles sus historias familiares o personales, con los que finalmente se creaba un vínculo que iba más allá de la parte comercial.

Ni hablar del tema de los repartos, donde en la mejor época contaban con cuatro vehículos que se encargaban de llevar pedidos a los distintos sectores de la ciudad.

"También teníamos un público muy fiel venido desde el campo, quienes se movían por los alrededores del terminal rural y aquí en el barrio Lynch aprovechaban de comprar todas sus cosas", rememora.

Entre los productos que más salían a la venta, se encontraban aquellos que eran imprescindibles, como la harina, el azúcar y el aceite.

"En esos tiempos se vendía el aceite sacado de los tambores. Era un buen sistema, ya que la gente compraba acorde a sus necesidades", detalla con entusiasmo Isa Hayal al rememorar, mientras se acomoda en el sillón de su living, en el departamento que ocupa en calle Amunátegui.

En cuanto al nombre del almacén, el empresario señala que se debe a su origen ya que él nació muy cerca de la ciudad de Belén, cuando todavía era Palestina. "Lo cierto es que nací en la ciudad de Beit Jala (ciudad de la actual Cisjordania) que se encuentra muy cerca de Belén, pero como casi nadie la conoce, le puse el nombre de Belén, que es más conocido".

En cuanto al personal de la tienda, Hayal dice que se ha preocupado de que todos continúen con trabajo en sus otras tiendas, por lo que los seguirá viendo.

Respecto a sus clientes, el empresario señala que "es increíble porque todavía contábamos hasta hace unos días, con personas que venían desde los años '80".

Muchos de ellos al saber que cerrarían, también -al igual Hayal- lamentaron el fin de una tienda con tradición.

1982 Fue el año en que el supermercado Belén abrió sus puertas al público osornino, en calle Lynch 1578.

60 veces y más era el volumen de venta comparado con el actual, que se manejaba en la época de auge del local.