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Tres carpinteros fabrican botes de pesca en sus astilleros de ribera

Oficio. Dada la geografía de la zona, los fabricantes cultivan una tradición amenazada por la modernidad. Actualmente, las embarcaciones son requeridas por los amantes de la pesca y tienen un valor promedio de $250.000.

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A pocos metros de la orilla del río Rahue se encuentra la vivienda de Luis Bustos Acum, quien es la cuarta generación de fabricante de botes en su familia. El oficio comenzó a ser ejercido por sus ancestros hace más de cien años en algún sector de la comuna de San Juan de la Costa, desde donde sus abuelos y bisabuelos eran originarios, tal como explica.

La casa de Luis más bien parece una pequeña parcela dentro de la ciudad, con una reja de hierro forjado a la entrada de la misma y donde las gallinas y sus cuatro perros -los cuales se mantienen activos y le ladran a cualquier ruido lejano que escuchen- hacen de las suyas en medio de una abundante naturaleza donde álamos, manzanos, membrillares, murras y otras varias especies de árboles y arbustos conviven.

A un costado de su sitio se encuentra un bote en construcción del cual destacan la quilla, la proa y la popa ya armadas. Sólo falta parte del esqueleto y el calafateo (proceso que evita la entrada de agua) para concluirlo.

Luis, de 46 años, advierte que no tiene ningún problema en que le saquemos fotos a su trabajo, pero a él personalmente no le agradan.

El carpintero de ribera, como se llama a quienes se dedican a la construcción de pequeñas y medianas embarcaciones de madera, cuenta un poco más de su historia, donde destaca que la primera vinculación que tuvo con un bote fue cuando veía a su padre fabricarlos.

El interés para él nació de inmediato y al tratar de preguntar cómo se hacían, su padre (llamado igual que él y de pocas palabras) le señaló que la mejor manera de aprender era mirando e "intruseando". Y así fue para Luis hijo.

Según este hombre, que vive a pocos metros del lugar llamado "Puerto Rahue" (una estación de ripieros del río que se ubica a inicios de calle Ramírez), los botes ya no se hacen como antes.

"Antaño se fabricaban con maderas nativas y ahora se utiliza mucho el terciado marino", explica.

Y entre las maderas que él mismo utilizaba para la fabricación se contaba el coihue y el pellín, además de clavos de cobre que ahora han sido reemplazados por simples tornillos.

Según este carpintero, ahora no se fabrican así no tanto por los costos, sino porque permite que el proceso sea más rápido y ágil, aunque todo depende del tiempo que se le asigne. También señala que antes las labores solían hacerse de forma manual, donde el serrucho era una de las herramientas que m

ás se utilizaban.

"Con el avance de la tecnología ahora se utilizan sierras eléctricas, taladros y otros elementos más modernos. Antes lo mínimo para un trabajo eran 20 días", dice.

Y en cuanto a sus clientes, Luis Bustos señala que quienes les encargan trabajos son personas que se dedican a la pesca deportiva y recreativa.

"Son fanáticos de la pesca y les gusta tener su embarcación propia para poder salir cuando lo deseen", dice.

Por lo mismo, el modelo de bote que más fabrica es el McKenzie, que es ideal para pescar con mosca, el cual generalmente utilizan en zona de Puerto Varas.

Costos

Luis muestra una gran agilidad en la construcción de los botes, por ello no se demora más de algunas semanas en terminar un trabajo e incluso dependiendo de lo apurado que sea el encargo, puede ser hasta una semana de plazo.

Los precios son casi fijos, porque Bustos prácticamente no realiza trabajos de otro tipo, ya que al consultarle acerca de la fabricación de botes para acarrear ripio en el río Rahue, Luis señala que son los mismos ripieros quienes arman los suyos "y a su propia manera".

De ahí que un trabajo habitual tiene un costo de 250 mil pesos. "Un precio bien barato, porque si uno se fija en los precios que salen en internet, los botes de este tipo pueden llegar a costar hasta 750 mil pesos", indica.

Luis Bustos Acum señala que vivir al lado del río le ha permitido conocer todo acerca de él, incluso ha soportado las crecidas y el agua dentro de su casa. El único problema para él es que ninguno de sus hijos se ha mostrado interesado en seguir la tradición de cuatro generaciones de boteros.

"¿Si me iría de aquí?, jamás, las raíces son imposibles de cambiar", responde mientras toma un par de maderas que unos días más se convertirán en remos.

Artesano

En su casa ubicada en el Sor Teresa 2369 (en el sector Maximiliano Kolbe), Segundo Ávila mantiene su taller, donde confecciona botes de madera.

Por todos lados se encuentran tablas, trozos sueltos de madera, de aserrín y toda clase de elementos para trabajar este noble elemento, tales como cinceles, sierras, entre otros; en el hogar de Segundo casi todo es de madera, desde la casa misma pasando por los muebles y hasta las decoraciones que se ven en las paredes y sobre los estantes, lo que lo convierte en un verdadero artesano de este material.

Si bien en su infancia Segundo Ávila se crió cerca del río Damas, en el sector de calle Santa María, con el tiempo se cambió de barrio, pero no dejó de trabajar en un pasatiempo-trabajo que le apasiona; ello, porque también se desempeña como auxiliar en el Liceo Agrícola Adolfo Matthei.

Todo comenzó cuando era adolescente, cuando un primo, viendo las facultades que tenía, le trajo los elementos en un camión la madera necesaria desde Chiloé para fabricar un bote junto al cauce osornino.

"Recuerdo que hice un bote grande, como de cuatro metros, a modo de experimento, pues no sabía nada. Me acuerdo que en esos tiempos todavía se sellaban las tablas con brea", relató el hombre de 53 años.

A tanto llegó su talento que luego comenzó a construir un segundo y luego un tercer bote, el cual mantuvo por cerca de diez años.

Al ver las facultades que Segundo tenía, la gente comenzó a hacerle pedidos de fabricación, trabajo por el cual hace sólo una decena de años comenzó a cobrar.

"Sólo durante esta temporada me encargaron cuatro botes. Dos que se fueron a Mantilhue, uno para Las Quemas y el otro sé que está en Puerto Octay", indica Segundo mientras apaga un televisor instalado en el living de la casa.

"La gente que los pide generalmente los utiliza para la pesca en el lago y el largo habitual es de tres metros sesenta centímetros, ya sea para el río o para el lago. En ellos pueden caber hasta tres personas", señala Segundo Ávila, a la vez que trae un pequeño maletín con un sinfín y multicolores señuelos de pesca, ya que también le encanta ir de pesca. Su afición lo ha llevado hasta Argentina, en el lago Nahuel Huapi, donde un cuñado que vive allá hace 30 años también le promueve los artículos que fabrica.

Y a pesar de que el trabajo de botero le ha entregado parte de su estabilidad económica, Segundo señala que primero que todo "hay que tenerle cariño a la madera. En mi caso cuando pillo un palo inmediatamente imagino qué es lo que puedo hacer con ello y en qué se va a convertir", indica.

Desde Trumao

Alfonso Fuentealba es un personaje reconocido en el sector de Trumao desde hace varias décadas, específicamente en el lugar llamado Puerto Viejo. "El pechera", como se le conoce comúnmente, se desempeña como balsero y constructor de botes y todos los días se encarga de cruzar a la gente y a sus autos desde La Unión a San Pablo y viceversa.

De poco hablar, Alfonso Fuentealba señala que vive en aquel sector desde 1942, momento en que llegó junto a sus padres, quienes también fueron los encargados de cruzar a los lugareños para uno y otro lado.

Alfonso se convirtió en un experimentado carpintero de ribera sólo viendo trabajar a su padre, de quien heredó el noble oficio de botero.

Quienes lo conocen bien señalan que cuenta con varias decenas de botes y lanchas de madera a su haber, aunque también se dedica a repararlos.

Un trabajo que cada vez se hace más escaso, ya que las nobles maderas están dejando el espacio a aquellas embarcaciones construidas con materiales más modernos como el aluminio y la fibra de vidrio.

Aunque en su caso sigue utilizando la madera con la que siempre trabajó.

El oficio se lo enseñó a su hijo Alejandro, quien seguirá los pasos de una tradición que desaparece con el tiempo.

Luis Bustos Acum

Botero del río Rahue

250 mil

pesos cobra Luis Bustos Acum por la fabricación de un bote que puede ser construido en dos semanas como tiempo máximo.

3 personas

pueden subirse a uno de los botes que fabrica Segundo Ávila, los cuales usualmente están destinados a distintos lagos de la zona o la Región.

1942 fue el año

en que Alfonso Fuentealba llegó a Trumao (San Pablo) junto a sus padres. Allí su padre practicó el oficio de botero, el cual aprendió él y ahora su hijo Alejandro.