Las frecuentes sequías y otros problemas causados por la variabilidad del clima y los eventos extremos indican que el cambio climático está afectando con gran fuerza las condiciones de vida en muchos lugares del planeta.
Lo anterior se manifiesta en la disminución de suelos de cultivo, la escasez de recursos hídricos y diversos problemas sociales que afectan las condiciones de vida de la población.
En América Latina, en países como Chile por ejemplo, hay menor disponibilidad de agua en varias regiones, los periodos de sequías han aumentado, los incendios forestales en verano son más frecuentes, al igual que las inundaciones en invierno.
La preocupación por el cambio climático ha dado lugar a distintas iniciativas de los gobiernos, tales como las convenciones, los acuerdos de cooperación y las políticas nacionales para una mejor adaptación y administrar los riesgos de peligros.
Si bien los acuerdos y las políticas nacionales e internacionales son relevantes, como marco de referencia para enfrentar el problema, no son suficientes por sí solas para alcanzar la meta de una mejor adaptación, porque el cambio climático y los peligros de desastres operan en distintas escalas, y, asimismo, las respuestas finalmente dependen de condiciones locales de exposición, vulnerabilidad, las capacidades para responder, que están distribuidas heterogéneamente en las distintas unidades subnacionales (regiones, provincias y municipios).
La adaptación al cambio climático requiere que las instituciones y los responsables de las políticas (en los municipios, gobiernos provinciales, regionales, servicios públicos, etc.) realicen buenos diagnósticos de los problemas, del grado de vulnerabilidad y exposición frente a los estímulos del clima, con alto grado de participación social.
Los buenos diagnósticos ayudarán a formular agendas de trabajo y planes realistas para disminuir la vulnerabilidad de las personas y los bienes materiales y lograr una mejor adaptación.
Patricio Valdivieso