Fue una práctica que nació de la voluntad de un grupo de residentes de sectores como Rahue Alto y Ovejería la que llevó a la Unión Comunal de Juntas de Vecinos a crear el programa "Acercamiento Vecinal". Mediante este proyecto se busca lograr que las personas que cuentan con un vehículo particular y tienen la voluntad y el espacio para trasladar a otras personas de su entorno, se inscriban en un registro del organismo.

Este Diario difundió ayer en sus páginas algunas de las historias de quienes son los pioneros de esta iniciativa, que rescata la cara más amable de nuestra sociedad, aquella que da cuenta de ciudadanos dispuestos a contribución con los demás, sin buscar una retribución económica o de otro tipo. Se trata de un acto sumamente relevante también, pues devuelve las confianzas en que hay fórmulas concretas para retomar los vínculos que antaño eran mucho más comunes y que en las últimas décadas se han perdido por el ritmo de vida y el individualismo creciente.

Así, estos vecinos contribuyen con un aporte concreto a enfrentar uno de los problemas más recurrentes que afectan a la calidad de vida de los osorninos: las dificultades para acceder a locomoción colectiva con celeridad en las horas punta en varios puntos periféricos de la ciudad.

A propósito de la iniciativa, el propio secretario regional ministerial de Transportes, Enrique Cárdenas, enfatizó que se trata de una iniciativa que al no ser remunerada, no transgrede ninguna ley. Por el contrario, destacó que "la idea es loable y ojalá se repita entre otros vecinos".

Ahora bien, no se puede desconocer que este hecho deja en evidencia nuevamente una situación para la cual las soluciones que deben venir desde el sector público y privado no se han ejecutado con la debida celeridad, por lo cual persisten problemas como las largas esperas por parte de los vecinos para subirse a un microbús o colectivo y llegar a sus puntos de trabajo o estudios, principalmente en el área céntrica de la ciudad. Es de esperar que la iniciativa persista y cumpla con los objetivos planteados.

Ante el enredo que se ha montado en Osorno a partir de la designación de monseñor Juan Barros como obispo de esta diócesis, es oportuno hacer algunas precisiones y una reflexión.

El nombramiento de los obispos es facultad exclusiva del Papa, asesorado por la Congregación para los Obispos en el Vaticano y el nuncio en cada país, debiendo éste elaborar cada año informes sobre todos los obispos y el estado de la diócesis.

Es el cardenal prefecto quien presenta una terna con los candidatos y el Papa elige al que ocupará el cargo. No es competencia de los sacerdotes ni de los fieles laicos intervenir en la designación del obispo diocesano, aunque el nuncio puede solicitar información sobre algún candidato a quien considere oportuno o necesario.

Lo mismo en el caso del traslado de un obispo de una diócesis a otra, a la Santa Sede u otro organismo ecleciástico. Hecha la designación y aceptada por el elegido, el clero y los fieles están obligados a acatarla, pues oponerse a una decisión del Papa o poner en entredicho su autoridad es una falta sancionada por el Código de Derecho Canónico.

Además, los sacerdotes juraron obediencia al obispo que los ordenó y a sus sucesores. La designación de monseñor Barros es legítima, pues emana de la decisión y la autoridad del Papa Francisco, quien tuvo a la vista sus antecedentes personales y su actuación en el Obispado castrense y las diócesis de Valparaíso e Iquique.

También tuvo a mano la información sobre la diócesis de Osorno, su realidad actual y la necesidad de nombrar un obispo con experiencia pastoral. Por lo tanto, el próximo 21 de marzo tomará posesión del cargo obedeciendo el mandato del Papa para pastorear la diócesis de Osorno.

Respecto al llamado Caso Karadima, está claro que no hay de su parte responsabilidad o implicancia en los hechos denunciados, porque de haberlos ya habría sido destituido de su anterior cargo, cuando se emitió el fallo que sancionó los hechos conocidos. Toca ahora a nosotros acoger el nuevo obispo de la misma forma que a sus antecesores, en comunión y obediencia al pastor de la Iglesia, el Papa Francisco.

Rodrigo Rodríguez Pérez