La iglesia cristiana está llamada a encarnar y manifestar la vida de Jesucristo. Es un aspecto que tiene que ver con el desarrollo espiritual y con los frutos que uno debiera dar. El anhelo de Dios es que nos reproduzcamos, y esto se expresa a través del servicio. Una de las características de los niños es que son servidos. Necesitan imperiosamente la ayuda de sus padres.
Pero en la vida espiritual sucede lo mismo, cuando nacemos de nuevo necesitamos la asistencia espiritual, pero cuando crecemos y damos fruto es señal de madurez.
Jesús estableció una diferencia entre los gobernantes del mundo y los siervos de Dios. Toda la vida de Jesús estuvo enmarcada en servir a sus semejantes. Dijo en una ocasión a sus discípulos: "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo" Mateo 20:25-27.
Al observar el liderazgo político, sindical, comercial o educativo, encontramos que en esencia, casi todos buscan el ser servidos, pero no servir. Buscan los puestos claves porque saben todas las prebendas y privilegios que eso trae.
El llamado que Dios nos hace no es sólo hacer o decir lo que es correcto, sino reproducirnos en otros. Cuando el hombre o mujer pierde el corazón de siervo, en cualquier momento su motivación interior lo traicionará.
Ningún líder es perfecto, no obstante debe ser una persona honesta y sincera. En este último tiempo varios políticos han sido puestos en el ojo del huracán, sencillamente por no tener un comportamiento correcto, contradiciendo con su vida su propio discurso doctrinario.
Es difícil hacer lo bueno cuando hacer lo malo es más fácil. Uno debe poseer firmeza de carácter y espíritu de servicio, esto dará como resultado satisfacción, pero si actuamos centrados en sí mismo y no en Dios y nuestro prójimo, la vida pierde su influencia positiva.
Carlos Martínez