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Los últimos osorninos que hacen vida de campo en plena ciudad

ruralidad. El progreso y el aumento de la población han llevado a una expansión de Osorno, por lo que quedan pocos espacios "libres" en la urbe. Pese a ello, todavía hay vecinos que crían animales y hacen huertas en medio de calles y el transporte público.

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Ubicado entre la calle Héroes de la Concepción y el río Rahue, se encuentra el terreno donde vive la familia Maldonado-Foitzick. Un espacio rural de poco más de siete hectáreas, que parece casi perdido en el tiempo y donde las gallinas, los huertos de porotos y árboles frutales, comparten un espacio junto a motores, autos, maquinaria abandonada y en desuso desde hace muchos años.

Para ingresar al terreno de esta familia que reside en el lugar hace poco más de 40 años, hay que acceder a Francke por Héroes de la Concepción y luego atravesar una serie de poblaciones y villas como la Entre Lagos y Eduardo Burnier para llegar a un bucólico predio que se encuentra rodeado de espacio urbano; de esos que actualmente apenas se pueden encontrar en la ciudad y contar con los dedos de una mano.

Atravesando una alta fila de ejemplares de pino americano, el domicilio de los Maldonado-Foitzick apenas se vislumbra entre tantas plantas y follaje, el que apenas deja pasar uno que otro rayo de sol. Gracias a dicha condición, las temperaturas matinales son frías, aunque se esté en pleno verano.

Tras los ladridos de los seis perros que custodian el lugar aparece Pablo, un joven de 19 años que a esa horas de la mañana es el único habitante del lugar cuidando el predio donde abundan los duraznos, cerezas y peras.

Para conversar, Pablo amablemente acerca unas sillas de playa que ubica a la sombra, junto al más regalón de sus perros que se echa a sus pies.

El joven indica que el terreno donde vive junto a su padre Germán y su madre Ester del Carmen perteneció a un "señor alemán al cual mi padre le trabajaba. Eran como 200 hectáreas donde se producía leche y carne. Poco a poco este caballero fue vendiendo y el terreno se fue llenando de poblaciones, quitándole espacio al predio original y del que mi papá se encuentra a cargo, pero que es del Serviu".

A pesar de estar a unos pasos de Francke, Pablo indica que la tranquilidad que se vive allí es impagable, pues tiene al Rahue a pocos metros de su casa (donde aprovecha de bañarse junto a sus amigos) y la tranquilidad del campo, donde las visitas son algo completamente inusual.

"Siempre es relajante llegar a mi casa luego de haber pasado por los tacos que se producen en el centro y en Francke. Aquí uno se conecta con los animales, con el poco ruido que se siente y con la naturaleza", señala este estudiante de primer año de la carrera de Producción Ganadera en Inacap.

Eso sí, admite que las labores campestres se han reducido al mínimo. Su padre debió abandonar hace un par de años la lechería que mantenía en el predio y liquidar sus animales, ya que existían muchos reclamos de los vecinos por el olor que emanaba de su terreno.

Por lo mismo, actualmente su madre sólo se dedica a mantener una huerta donde los porotos y otras legumbres siempre están presentes. Eso sin contar con un grupo de gallinas que les entregan huevos diariamente.

Rahue

Contiguo a avenida Real, en Rahue Alto, existe el pasaje Huisca I y 100 metros hacia su interior (con dirección al río), se encuentra el predio de Cristina Chaipul Díaz y su padre Humberto, un hombre no vidente que trabajó toda su vida en el Departamento de Vialidad de Osorno.

Escondido del mundanal ruido de la modernidad, este terreno de ocho hectáreas funciona como un fundo familiar, donde la producción de legumbres, verduras, huevos, carne y frutas sirven para el sustento familiar, grupo compuesto por unas diez personas; incluso los excedentes de la producción los venden a otras zonas fuera de Osorno.

El pasaje de tierra pasa inadvertido para la mayoría de los transeúntes y conductores de la locomoción colectiva, que prácticamente ignoran que existe en medio de un cada vez más poblado sector de la ciudad, por lo que la vida de los Chaipul es tranquila y sin sobresaltos.

Así lo explica Cristina, quien confiesa que muchas veces ni siquiera es necesario salir "a la ciudad" para conseguir algunas cosas para el hogar, ya que las obtiene de su misma producción orgánica: la carne, verduras, el pan y otros insumos diarios, son cultivados y hechos por la familia.

Por lo mismo se encuentra convencida de que jamás abandonará este terreno que casi llega a la orilla del río Rahue y desde donde se puede contemplar el sector de Ovejería.

"He vivido toda una vida aquí, desde que nací y jamás en mi familia se ha vendido una porción de terreno. Para mí es algo tan propio que resulta imposible venderlo", dice esta mujer de 49 años, quien confiesa que son muchas las ofertas a través de los años que han llegado para convertir en población un terreno que es aprovechado para todo tipo de cultivos y crianza.

"Aquí tenemos gallinas, patos, gansos y vacunos. Sería imposible que vendiéramos esta tierra ya que junto a mi familia amamos lo que tenemos y así se lo inculco siempre a mis hijos. Lo mismo hizo mi padre (Humberto) conmigo", señala esta mujer.

Eso sí, indica que esta no es una práctica habitual, ya que conoce gente que por apuros económicos u otros motivos, vende rápidamente sus tierras. Y aunque admite que en algunas ocasiones ha pasado por los mismos aprietos, siempre como familia han buscado las instancias para no tener que recurrir a esa opción.

"La idea es que mis hijos o sus hijos, no tengan algún día que irse a vivir a un espacio cerrado de alguna población. Eso es lo que quiero para ellos a futuro", dice esta mujer mientras disfruta del paisaje de una de sus colinas, donde a lo lejos se ve cómo bañistas se divierten en las aguas del río más importante de la ciudad.

Centenario

Enrique Ide siempre ha sido un hombre de campo. A sus 87 años puede decir que nació y se crió en el mismo predio y casa patronal donde actualmente vive junto a su esposa Adriana Valenzuela.

Un predio que hace 100 años y más, contaba con aproximadamente 500 hectáreas de extensión, de las que ahora no quedan más que una parte, y que actualmente se encuentran rodeadas de poblaciones en Rahue Alto, camino al mar.

Enrique y su esposa se consideran amantes de la naturaleza y por ello jamás se les ha ocurrido la idea de mudarse a un departamento o a un área más céntrica.

"Es posible que como lugar no tenga todas las comodidades de un departamento o casa moderna, pero lo preferimos así", señala Adriana, mientras se encuentra sentada en la terraza del segundo piso de su casa, que da a un patio ornamental con árboles y distintas plantas nativas, donde las bandurrias y otras aves propias del campo se adueñan del lugar.

"Aquí nací y aquí me quedaré hasta el día en que tenga que irme", indica Enrique, quien confiesa sentirse más cómodo aquí que en cualquier otro lado.

Y si bien el predio dejó los trabajos agrícolas hace varios años, aún se mantienen tractores y gente en movimiento en el lugar, realizando esporádicas faenas.

Por eso no es extraño ver galpones y silos abandonados, que actúan como testigos de un pasado agrícola.

"Ya no realizamos nada de eso aquí, pero la tranquilidad del campo en medio de la ciudad es impagable. Claro que todavía realizamos algunas tareas propias del campo. Para eso tenemos unas vacas que nos permiten tener un consumo interno diario y cada cierto tiempo traigo animales acá", dice este hombre que todavía mantiene actividades ganaderas con la feria local.

Enrique indica que "ahora es peligroso mantener muchos animales en el predio, ya que en ocasiones la gente corta el alambre del cerco exterior y los animales se escapan hacia la carretera", ciertamente una desventaja de vivir pegado a la modernidad.

La tranquilidad Es una de las principales razones para no abandonar la vida rural en medio de la urbe osornina, según estas familias.

La naturaleza Plasmada en huertos, árboles frutales y crianza de animales, es otro de los elementos que inciden para no abandonar la vida de campo.

500 hectáreas

Llegó a tener el predio de Enrique Ide, de eso ya hace unas ocho décadas. Actualmente su terreno colinda con la ruta al mar.

8 hectáreas

tiene actualmente el predio de la familia Chaipul en Rahue Alto. Desde que sus dueños tienen conocimiento, siempre han recibido ofertas de compra.

40 Años

trabajó el predio Germán Maldonado, antes de hacerse cargo de él, bajo permiso del Serviu. De 200 hectáreas iniciales, el terreno junto al río Rahue se ha reducido a siete.