En general, creemos que todo objeto patrimonial tiene que ser comprendido por una hermenéutica formal o informal.
Para esto es necesario tomar distancia para atender, tanto al objeto como tal, como a las condiciones y exigencias de su comprensión.
Por esto, creemos que a nivel de las palabras, del mismo modo que a nivel de las imágenes o volúmenes, la hermenéutica se abre a una racionalidad que se manifiesta discursivamente. Entonces, en todos los casos podemos acceder a un acontecimiento que nos es contado, clara o veladamente, o que nos es sugerido por esos objetos.
A esta razón que nos permite descubrir el objeto patrimonial, hacer evidente lo que está oculto en ellos, en rigor, su dimensión latente, su racionalidad, llamamos razón patrimonial, órgano fundamental de su interpretación, entendida como el descubrimiento de las significaciones sociales imaginarias que los estructuran y dinamizan.
Por tanto, todo objeto patrimonial no solamente conlleva una interpretación del mundo, sino que es una interpretación del mundo o de los mundos que le otorgan sentido.
En lo específico, esta razón (logos) permite introducirnos, simbólica o metafóricamente, en los relatos que están ocultos en cada uno de los patrimonios.
Así, la hermenéutica de los objetos patrimoniales consistirá formal o informalmente en inducirlos a hacernos presente sus historias.
Por esto estimamos que la razón patrimonial es constitutivamente razón narrativa y, en la medida en que esa razón indaga los sentidos que se suponen enraizados en los patrimonios, puede ser asumida también como razón etimológica.
Ambas, razón narrativa y razón etimológica son aspectos claves de lo que Ortega ha llamado Razón Histórica, única razón coherente y consistente con lo humano.
Nelson Vergara