La naturaleza social del delito
El problema de la delincuencia es una temática que es utilizada por distintos actores del ámbito político y social.
Combatir con mano firme el delito y la delincuencia no es sólo un buen pretexto que permite aumentar las arcas electorales, sino también uno desde el cual se comprende el crecimiento de la industria de seguridad. Visto con mucha simpleza: este fenómeno ha llegado a ser pues un buen negocio que, como cualquier otro, se ha sabido explotar para sacarle el máximo de rentabilidad.
Una política pública que busque combatir efectivamente la delincuencia, sin embargo, debe comprender la naturaleza social del delito y los mecanismos de reproducción que al interior de estas prácticas sociales tienen lugar. No basta ya la cantinela sensacionalista con que este fenómeno es abordado.
Quienes en esta materia deciden, tienen que comprender que el delito surge y se expande en un contexto de exclusión social y que la prisión, tal como hoy día está concebida, no está en condiciones de garantizar ni rehabilitación ni menos reinserción social.
La privación de libertad es el resultado de un conjunto de situaciones anteriores relacionadas con la falta de contexto adecuado que permita que un ser humano no sólo disponga de protección social y económica, sino también afectiva.
Cuando un niño prefiere dejar de jugar y soñar para iniciarse en actividades ilegales; cuando tenemos que aumentar la inversión en seguridad y no en mejores escuelas y posibilidades de futuro; cuando las conductas asociadas al delito se transforman en prácticas imitadas; cuando, finalmente, una y otra vez, constatamos el fracaso de la política de seguridad, es entonces la hora de preguntarse, si no resulta preciso dejar de hacer uso del miedo como mecanismo de control del delito y avanzar hacia una política en donde la seguridad pública sea esencialmente protección social.
Así se combate el delito en sociedades más integradas y es hacia allá donde debe avanzar el país.
Fernando Codoceo