Secciones

Pacientes exigen centro en Purranque y así reducir largos viajes para dializarse

salud. La obra estaba proyectada para este año, pero no se ha concretado por temas políticos, según dirigente. Hoy las personas viajan a Pto. Montt, Pto. Varas y La Unión para recibir tratamiento.

E-mail Compartir

De un total de 274 personas que están en tratamiento de diálisis en Osorno, sólo 84 se atienden en el Hospital Base San José de Osorno. Los demás lo hacen en Dial-Sur (centro privado de diálisis local) mientras que otros 50 deben viajar a centros privados de Puerto Montt, Puerto Varas y La Unión.

Para evitar que dicho grupo de pacientes tenga que viajar cientos de kilómetros tres veces por semana, arriesgando su vida por los daños colaterales que puedan surgir por las transfusiones de sangre a la que se someten, el representante de la Asociación de Dializados y Trasplantados de Osorno (Asodiatrans), Juan Moreno, pidió agilizar la construcción de un nuevo centro de diálisis en Purranque, el cual se había proyectado para fines de este año y así habilitarlo para la atención de personas a contar de marzo de 2015.

Asimismo, el representante de los enfermos renales exigió que se agilicen las gestiones para la habilitación de un cuarto turno de tratamiento de diálisis en el Hospital Base San José de Osorno y la contratación de enfermeras para dar pleno uso a los 15 sillones que tiene la nueva Unidad de Hemodiálisis -y no 12 como en este momento-.

Sin embargo, al no tener respuesta del Servicio de Salud (organismo encargado de la gestión de estos proyectos), el representante de los enfermos renales acusa que la lenta ejecución de obras de Purranque responden a un tema político, ya que el proyecto viene de la administración anterior.

necesidad

Patricio Llanquilef (38 años) es uno de los más jóvenes del grupo de 14 enfermos renales que comenzó sus viajes a Puerto Montt en junio del año pasado, pero también es uno de los que ha tenido las peores complicaciones, ya que sufrió un ataque precisamente cuando regresaba a su hogar.

nuevo centro

En septiembre del año pasado, el ex director del Servicio de Salud de Osorno, Marcelo Larrondo, anunció que en el Hospital de Purranque se habilitaría una sala de diálisis con 12 sillones.

Pero producto del retraso en la entrega del Hospital San José, el proyecto se tuvo que aplazar para fines de este año y así comenzaría a funcionar en marzo de 2015.

El proyecto incluso se destacó en la última cuenta pública realizada en marzo de este año por el nuevo director del Hospital de Purranque, Sergio Gallegos, sin embargo ahora no hay claridad del estado de avance de esta importante iniciativa para los más de 200 pacientes que requieren de diálisis en la provincia de Osorno.

Ante esta situación El Austral intentó por diversas formas obtener alguna respuesta por parte del Servicio de Salud de Osorno, para ver si este proyecto se llegará a concretar, sin embargo éstos se negaron a entregar una respuesta o detalles sobre la iniciativa.

Al respecto, Moreno pidió mayor claridad para el proceso de proyecto ya que dice que "en este momento todos desconocemos el estado de avance que tiene. Nunca han sido claros, nos dicen que está contemplado, pero no avanza", remarca con preocupación.

Y es que además se habían comprometido a que antes de marzo de este año se incrementaría la cobertura a través de la implementación de otros nueve sillones en el hospital de Osorno, es decir, pasar de 15 a 24.

más enfermeras

"Si tuviéramos todo eso se eliminarían los viajes a las otras ciudades", dice Moreno, quien agrega que en este momento por lo menos se debería contratar una enfermera más que permitiría atender los tres sillones que están sin funcionar en este momento.

No obstante, respecto a esta situación, también consultamos al Servicio de Salud, sin embargo tampoco se quisieron referir al caso.

A Patricio González lo llamaron para hacerle un trasplante de riñón en Valdivia, sin embargo una vez que llegó allá lo enviaron de vuelta porque el órgano no era compatible. Frente a esta situación, el presidente de Asodiatrans pidió transparencia en el proceso de los protocolos y la renuncia de la persona encargada del programa de trasplante y de todo su equipo. "Siempre pusimos en duda la idoneidad de la lista del programa de trasplante en Chile y varias situaciones que han ido sucediendo en Osorno a lo largo del tiempo; por ejemplo, la persona que está encargada del programa de trasplante es dueña del único centro de diálisis privado de Osorno. Siempre partimos cuestionando que eso no se podía dar por un tema de transparencia, es cosa de ver las estadísticas de cuántos trasplantes hay en el centro privado y en el hospital", sostuvo Juan Moreno, quien reconoce que hay temas pendientes que no se han solucionado.

la peor parte

E-mail Compartir

Marta Hernández es considerada la víctima más grave del atentado explosivo que remece al país.

Su caso ha sido uno de los más difundidos en los medios televisivos y nacionales. Perdió parte de un dedo y múltiples fracturas.

Eran las 17.30 horas del lunes 8 y unos minutos antes Julio González (32 años) había dejado su taller mecánico ubicado a un costado de su hogar en el poblado de Hueyusca, comuna de Purranque, para ingresar a la vivienda y echar leña al fuego.

Como es su costumbre, prendió el televisor de la cocina y observó que la noticia de una explosión en el centro comercial del Metro Escuela Militar se repetía en varios canales.

La primera señal de inquietud para él llegó con el aviso de su primo Esteban, de Arica. "Me dijo que había salido un nombre, que podía ser el de mi tía, en la tele", explica.

Luego, se desplegó en la pantalla de su televisor la identificación completa de una de las personas heridas: Marta Elda Hernández Ancapán, de 61 años. "Tenía la esperanza de que fuera un alcance de nombre, no podía creer tanta la mala suerte", detalla.

Y aunque en primera instancia no había querido alarmar a su madre, decidió llamarla por teléfono para corroborar la edad y segundo nombre de su tía, datos sobre los cuales no estaba seguro.

En medio de esas horas de desesperación, se sumó un problema adicional ligado a las dificultades de comunicación en las zonas rurales de la provincia y al poco fluido contacto con su familiar.

De hecho, ella no tenía el número telefónico de Marta ni de su pareja, Víctor Hugo Manríquez, con quien vive hace 25 años en la comuna de Pudahuel, Región Metropolitana.

Lo mismo ocurría con sus restantes hermanas: Blanca, de Hueyusca; y María, quien vive en Osorno. Menos aún Florentín, quien fue el último en enterarse de lo sucedido, pues habita en la aislada localidad de Caleta Cóndor, en la costa de Río Negro. De hecho, la última ocasión en que todos habían visto a Marta fue durante el funeral de su padre, José Florentino Hernández, hace más de dos años. En efecto, desde que a muy temprana edad Marta -la mayor de los hermanos- salió a trabajar lejos de la casa paterna, la comunicación se hizo dificultosa.

"Hay que considerar que en ese tiempo no existía el teléfono, menos en estos lugares, así que el contacto era sólo por carta. Además, ella siempre fue muy dedicada a su trabajo y no nos podía visitar muy a menudo", cuenta Marina.

Fue a los 14 años cuando Marta decidió dejar la modesta vivienda que compartía la familia Hernández Ancapán en el sector El Chivato de Purranque, para trabajar en el cuidado de los hijos del propietario del cercano Fundo El Macal.

"Recuerdo que me mandaban donde ella trabajaba. Me iba en una yegua flaca, para traer lo que ella mandaba: plata para los cigarros de mamá y abarrotes para nosotros, porque éramos todos chicos", recuerda Marina, quien tiene 58 años y sigue en edad a Marta.

Desde allí, Marta se trasladó a trabajar a una casa de calle Perú 1126 en el sector de Rahue Alto en Osorno, cuya familia era propietaria de un supermercado. "Allá iba a buscar los artículos de pulpería que nos mandaba para que nos alimentáramos", complementa.

Fue durante un verano de fines de los '80 cuando la decisión de esa familia de trasladarse a Santiago, originó también la partida junto a ellos de Marta, como su asesora del hogar.

Y aunque los viajes desde la Región Metropolitana se hicieron escasos, de vez en cuando visitaba a su familia, que se había trasladado a vivir desde el sector cordillerano al poblado de Hueyusca. Y como su anhelo siempre ha sido contribuir al bienestar familiar, ella juntó dinero para instalar luz eléctrica en esa casa, donde hoy vive su hermana menor, Blanca, quien aún conserva una foto que ella le dejó una de las ultimas veces que la visitó.

A sus sobrinos también los consentía, Julio -uno de los mayores- recuerda que cuando llegaba de Santiago siempre lo hacía con regalos para todos.

De hecho, jamás olvidará que fue su tía Marta quien le regaló sus primeros chuteadores a él y su hermano. "Eran de una marca rara para la época (Dunlop), tenía el talón de género y la punta blanca, como de plástico", recuerda, como si hubiese sido ayer.

Le duraron bastante porque los ocupaba poco y cuando lo hacía, los limpiaba de inmediato. "Nos daba pena ensuciarlos, porque eran tan lindos", recuerda este mecánico.

Y aunque ella no tuvo hijos, siempre fue bondadosa con sus hermanas menores y después con sus sobrinos.

Con lágrimas en sus ojos, Marina recuerda que en la precariedad en la que vivían en su "ranchita", como la llama y en torno a la cocina de fogón, Marta le confeccionó una muñeca de trapo, su primer y único juguete.Lo hizo con trozos de género, hilo y botones, que cosió. "Tenía los brazos torcidos -porque no sabía coser bien-, pero era la mejor muestra de su cariño y dedicación. Era bonita", recuerda esta dueña de casa.

Cuando se la obsequió, le advirtió que no se la mostrara a nadie, mucho menos al "viejo" como le decían a su padre, quien debía cuidar al máximo el uso de todo tipo de recursos. Hasta que Marina se descuidó, la dejó sobre un tronco y su padre la echó al fuego.

"Después ella me retaba porque me había advertido que la guardara", comenta aún con lágrimas en sus ojos, mientras revisa el pan amasado que está horneando en la cocina a leña de su casa en Los Riscos.

Ella estuvo un mes y medio en el departamento que arrienda en Pudahuel, donde alberga todos sus casete y CD de rancheras y especialmente el trabajo de su pareja, quien integra el grupo de música ranchera Los Apasionados del Sur. Ahí, además, presenció el enorme cariño que le tienen sus vecinas.

"Los días domingo hacía guatitas picante e invitaba a sus vecinas para que compartieran con ella", detalla Marina, quien remarca que su hermana siempre ha sido bondadosa.

Aunque su vida no ha sido fácil, siempre ha mostrado un espíritu positivo y gran pasión por las rancheras, gusto que heredó de sus padres.

Su sobrino, Julio, recuerda sonriendo, que cuando era chico la veía cocinando y escuchando ese estilo musical. "Mientras hacía su sartén de huevos revueltos escuchaba música ranchera que daban en la radio Sago. Siempre bailando y cocinando", rememora.

Luego de una larga recuperación, la despidieron de su trabajo, pero como su espíritu emprendedor ha sido muy marcado, comenzó a reunir latas para obtener ingresos y ayudar en los gastos del hogar que comparte con su pareja Víctor Hugo Manríquez, con quien se conoció hace 25 años, cuando él trabajaba en una empresa de aseo.

Hace seis meses Marta había llegado a trabajar como auxiliar de aseo en la galería Subcentro del Metro Escuela Militar, en la comuna de Las Condes, donde su labor es de lunes a sábado.

Fue en ese lugar donde la tarde del lunes sufrió el accidente que marcó su vida y la de 13 personas más.

Ella estaba barriendo a menos de tres metros del basurero donde un desconocido minutos antes de las 14 horas había depositado un artefacto explosivo, que le provocó la amputación de una parte del dedo medio de su mano derecha, múltiples fracturas en los dedos y una lesión en la cadera izquierda que la tienen internada en el Hospital del Trabajador, luego de pasar del quirófano de la Clínica Las Condes.

"Ella no recuerda mucho, sólo sintió que algo la levantó del piso y la tiró contra la pared, dejándola sin movimiento", comenta Víctor, su pareja.

Y si algo puede rescatarse de tan horrorosa experiencia, es que sus hermanas viajaron a Santiago para visitar a Marta. Un reencuentro forzado por los hechos, pero reencuentro al fin.