El fútbol y el deporte en general, nos han dado grandes satisfacciones a nivel internacional en nuestra condición de ciudadanos y de fanáticos: uno, dos u once jugadores en cancha, miles en las tribunas y millones desde el ciberespacio. Allí, a pleno corazón y entusiasmo, se suman la voluntad y vítores para alcanzar el triunfo y para aumentar la autoestima, la felicidad y el rendimiento laboral. Cómo no va motivarnos desde la distancia, ver tanto rojo, tantas banderas y tantos compatriotas entonar nuestro Himno Nacional, como jamás lo hacemos en las tribunas, calles o recintos locales.
El tema valórico puesto a la vista, no está en los deportistas, sino que en lo que representan: nuestro amor a la Patria. Y no hay mejor encarnación de esta afirmación que el color predominante de nuestra bandera y el patriotismo que emerge natural y bellamente a su sombra o a su luz. Bien sabemos que la patria es el lugar que por nacimiento o adopción, no da su paisaje, su cultura, su lengua, sus leyes y costumbres; nos hace suyos y nos creemos sus hijos.
No es raro, entonces, que el patriotismo forme parte de este sentir en cuanto despierta en cada ser humano, profundos lazos afectivos de amor, de respeto y deseos de verla prosperar. No se destruye ni se menoscaba aquello que se conoce y ama; así como sus ambientes naturales, sociales, políticos y espirituales, no deben transformase en campos de batallas.
En este mes nos ponemos la camiseta roja para celebrar, como debe ser, las Fiestas Patrias. Somos más chilenos que antes, aunque no lo seamos tanto después. La bandera flameará desde la más humilde casa y rincón de esta loca geografía, hasta el más grande edificio o institución, con vista al mar o cordillera. Paisajes no nos faltan para lucirla; no sé si existan, si embargo, tantos ambientes para izarla al son de los principios y valores que emergen desde la convivencia humana, para fortalecer la paz y amistad de los "compatriotas". Esta es la palabra clave; no es la de "ciudadano", sino aquella que nos enlaza a la condición de perteneces a una misma patria; a la que nos da el nombre completo y a la que despierta sentimientos de largos y muy nobles alcances.
Por eso, cuando icemos la bandera, pensemos en los versos de Domingo Silva: "Es el épico estandarte, es la espléndida oriflama,/ es el patrio pabellón que encuentra en cada ciudadano, un paladín…"
Gabriel Venegas Vásquez