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Gemelos comparten la misión de enseñar en aisladas caletas

Purranque. Los hermanos Fabián y Adrián Cárdenas Águila están a cargo de las escuelas unidocentes de San Pedro y Manquemapu, respectivamente. Pese a que están separados por ocho kilómetros, la agreste geografía costera sólo les permite comunicarse mediante equipos radiales.

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A Fabián Cárdenas Águila de 31 años no le pareció extraño o coincidente el hecho. Eso hasta que alguien se lo planteó de manera que todos los sucesos se conjugaban en un solo relato. Tal vez el hecho de mirar desde fuera su historia y la de su hermano era clave para descubrirlas.

Fabián es profesor de una escuela unidocente ubicada en el poblado costero de San Pedro, caleta que se encuentra distante a 90 kilómetros de Purranque. Allí imparte clases a un total de seis alumnos que sólo pueden llegar hasta sexto básico y donde cinco niñas son mayoría en desmedro de Matías, el único varón que intenta hacerlas participar -sin éxito-, en un juego que asemeja al de los pistoleros.

A sólo ocho kilómetros hacia el norte, bordeando la misma y deshabitada costa purranquina, se encuentra la caleta de Manquemapu. Una localidad mayoritariamente huilliche, donde la cantidad de habitantes es ligeramente mayor a la de su comunidad vecina y donde también funciona una escuela de educación básica.

Ahí se encuentra precisamente el otro eslabón de esta historia: Adrián Cárdenas Águila es el profesor del establecimiento unidocente del sector y, como si las coincidencias no bastaran, es hermano gemelo de Fabián.

Estos dos profesores no sólo comparten una historia en común como hermanos, sino también una proyección profesional como docentes de establecimientos rurales, que los ha llevado a trabajar en aisladas caletas. Ahí la electricidad es un lujo y elementos tan claves para la sociedad actual como la televisión, el teléfono o el internet, no existen.

En los confines

Al tratar de buscar las localidades de Caleta San Pedro y Manquemapu en el programa Google Earth (que permite llegar a cualquier rincón del mundo), éstas ni siquiera aparecen en sus registros. En el mapa que muestra este servicio, no se ven carreteras que vayan hacia la costa y sólo se divisa una mancha más oscura que inmediatamente se identifica como la cordillera de la Costa.

La formación geográfica se transforma en una 'muralla' de roca suelta, donde en medio de una humedad constante, crecen árboles y arbustos de baja estatura, sometidos a la rudeza del viento.

Así se aprecia al menos el trayecto para llegar a caleta San Pedro y Manquemapu. En la primera de estas localidades no son más de 15 las familias que habitan el sector.

Para llegar a San Pedro, los vehículos quedan al final del camino junto a un brazo de mar. Posteriormente los visitantes deben cruzar en bote o lancha para llegar hasta la caleta, donde el loco es la fuente principal de ingresos de sus habitantes.

A unos 60 metros por sobre el nivel del mar se erige la escuela de villa San Pedro. Cuesta llegar hasta ella si no se cuenta con un buen estado físico. El camino es serpenteado y lleno de rocas que los mismos lugareños han ido partiendo conforme pasa el tiempo.

Allí trabaja Fabián, en una escuelita donde también vive y pasa la mayor parte de sus horas resolviendo algunos de los múltiples quehaceres que van surgiendo. Mientras visitamos su 'casa', en la cocina del establecimiento ya se encuentran listas las empanadas de loco y lapa recién fritas.

Fabián es el anfitrión y sus estudiantes preguntan si pueden salir a jugar. 'Sí', les responde este docente de 31 años, mientras los niños salen al patio donde 'Pichón', un ganso de grandes proporciones, las oficia de cuidador.

En un sector del inmueble destacan unos paneles solares y unos molinos de viento que otrora generaban luz en el establecimiento. Ahora sólo se hace con un motor.

Fabián no es muy expresivo, pero señala que desde el 2011 se encuentra a cargo de la escuelita donde 'el trabajo es diferente al de una escuela completa, donde uno está dedicado a un solo curso. En un establecimiento unidocente se debe administrar el recinto y organizar las clases. Uno chutea y ataja el penal al mismo tiempo', explica con un ejemplo futbolístico.

'El trabajo no termina cuando concluyen las clases; hay que hacer fuego y cocinarse, ver el tema de los arreglos estructurales, sobre todo en invierno. Es bien absorbente y uno nunca se aburre', agrega.

Para Fabián, una de las ventajas que tiene su trabajo en comparación a los establecimientos más formales es 'la relación que se va formando con los alumnos y la comunidad'. Y lo dice por experiencia, pues el docente previamente trabajó en recintos de la comuna de Purranque, y hace tres años que llegó a la costa.

Fabián confiesa estar cómodo y que sólo se cambiaría 'si las condiciones de la escuela misma cambiaran en cuanto a las matrículas'.

En cuanto al contacto que tiene con su hermano, que vive ocho kilómetros más al norte, señala que 'la relación entre nosotros es buena y compartimos temas relacionados con el trabajo, aunque el tiempo no nos permite vernos muy seguido. Sólo durante algunos fines de semana en el mes', asegura Fabián, quien está soltero y vive solo en San Pedro.

Coincidencias

Antes de llegar a la escuela de Manquemapu, se ve a lo lejos cómo Adrián Cárdenas abre la puerta del establecimiento y comienza a despedirse de sus 14 alumnos mientras la otra mano sostiene una guitarra.

Se le alcanza a escuchar un 'hasta mañana, nos vemos'; eso, mientras algunos de sus estudiantes comienzan a correr cuesta abajo con las típicas botas de goma que se utilizan en invierno.

Pero luego de saludar al equipo de El Austral, el profesor les pide a sus alumnos que regresen para que todos salgan en la foto.

Adrián es igual físicamente a su gemelo, aún así no encuentra extraño todas las coincidencias que han marcado hasta ahora su vida, cuando ambos hacen clases en escuelas unidocentes en la costa de Purranque y separados por apenas ocho kilómetros.

una vida juntos

Los gemelos estudiaron juntos Pedagogía en Educación Básica en la Universidad de Los Lagos de Osorno, plantel desde que egresaron juntos para luego comenzar sus carreras también en establecimientos de la comuna purranquina.

'El haber estudiado juntos fue una ventaja para ambos. Podíamos conversar acerca de los temas que veíamos en clases y de esa manera nos ayudábamos mutuamente. En suma, vivíamos juntos y realizábamos nuestras actividades en el mismo grupo', dice Adrián.

Que el destino los reuniera en las únicas dos caletas de Purranque no es algo extraño para Adrián; por el contrario, piensa que es un fenómeno natural, como todas las cosas que le han ocurrido en su vida junto a su hermano. 'Las cosas se fueron dando de a poco y como a ambos nos gustaba trabajar en localidades rurales, finalmente eso nos hizo llegar hasta aquí', explica este profesor que vive con su esposa.

Y a pesar de que en el pasado han compartido una vida juntos, en la actualidad se ven en promedio una vez al mes, cuando viajan a Purranque a entregar los informes de sus respectivos establecimientos.

'Eso sí, nos comunicamos siempre por radio y como yo soy el que viaja menos a Purranque, soy el que más llama', recalca Adrián.

8 kilómetros

La escuela San Pedro cuenta sólo con seis alumnos. Aquello, porque la localidad no supera las 15 familias.

Los Cárdenas Águila

3 años

'El haber estudiado juntos fue una ventaja para ambos, pues nos ayudábamos en clases'.

'En un establecimiento unidocente se debe administrar el recinto y organizar las clases. Uno chutea y ataja el penal al mismo tiempo'