Juntos ¿a pesar de las diferencias?
Son posibles estos encuentros cuando las motivaciones descansan en principios, valores y fines superiores. Y vemos juntos, incluso, a adversarios que han estado en el campo de batalla en ejércitos contrarios, cuando humanitarias acciones recomendaban firmar la paz. La historia abunda en hechos en esta naturaleza, aunque da cuenta al mismo tiempo, de la facilidad con que nos destruimos, a falta de razonamientos y de acuerdos. Esta, nuestra historia contemporánea, nos sigue quitando el sueño.
Peor aún: a falta de armamentos, de tanques y misiles, las palabras orales y escritas, a todo volumen y colores, los reemplazan diariamente. Para el lado que miremos o escuchemos, de día y de noche o hacia todos los ámbitos y niveles de nuestra sociedad, el lenguaje es un arma en manos de conciudadanos; de poco ilustres representantes del pueblo, de dirigentes imprudentes o de autoridades poco sabias… o de personas como usted o como yo. Basta estar en el bando contrario de cualquier cosa política, social, deportiva, cultural o religiosa, para transformarnos en guerrilleros. Y, armas efectivas y mortales, no nos faltan: las palabras. Las mismas bellas, fecundas y creadoras palabras que nos sacaron de las cavernas, para llevarnos por la filosofía, la poesía, la religión, las ciencias o la democracia, cumplen tareas que oscurecen la paz local, nacional y mundial.
Cualquier error que cometamos o se cometa por hacer algo bueno, dará pretexto para que apunten contra nosotros o contra otros. A veces son verdaderas 'ejecuciones' (comprobables, a manera de ejemplo, en opiniones y cartas al director en los medios de comunicación y, para qué decir, en los ambiente políticos). Mucho se escribe en el mundo acerca de las presiones que acosan a los seres humanos; y no porque vivan en regiones que sufren las guerras o la pobreza extrema: están instaladas en nuestro metro cuadrado de existencia por todas las causas que usted y yo conocemos.
En este contexto, la reafirmación del 'yo', 'tú', 'él' (o lo mío, lo tuyo o lo suyo) no nos deja entrar en la bella pluralidad del 'nosotros'. ¿Acaso no impedimos que dos hombres de la tierra y del mar, compartan la belleza de nuestra costa y de nuestras tradiciones? Creo que en vida el 'Abuelito Huentellao' y el pescador 'San Pedro', habrían compartido amigable y felizmente estos parajes y el pan de cada día, a pesar de sus diferencias.