Resulta alentador comprobar como el desarrollo turístico en la Región de Los Lagos continúa su marcha de consolidación como un destino imperdible para el viajero que está ansioso de conocer y disfrutar de paisajes, cultura, tradiciones, gastronomía y clima, distintos, sorprendentes, apasionantes y saludables, por sus particularidades de autenticidad, raigambre, sabor, misterio, sorpresa, historia y encanto.
El reciente período vacacional de invierno -que décadas atrás era sinónimo de inercia- esta vez representó una positiva y auspiciosa dinámica de la llamada industria sin chimenea en nuestra zona. Hubo buena cantidad de visitantes extranjeros y nacionales, que entonaron las arcas económicas hoteleras, del comercio y otros centros recreativos como los ubicados en el Parque Nacional Puyehue: Antillanca, Aguas Calientes y Anticura, junto a la siempre atractiva Cuenca del Lago Llanquihue.
No cabe duda, que este repunte del turismo sureño -muy evidente en el último lustro- es el resultado de la fuerte y ágil promoción que se ha estado efectuando de la Región de Los Lagos, con especial acento en los últimos años, en los distintos países del globo.
De hecho, se ha llegado hasta ellos con la muestra de atractivos únicos, como las singulares características meteorológicas locales, donde la lluvia, -de los más increíbles matices y variadas melodías-, se hace notar sobre todo por estos días.
Difundir esos recursos naturales autóctonos, como nuestro especial clima, -en propuestas siempre innovadoras-, está dando buenos resultados en el ámbito del turismo. Así comprobado en las recientes vacaciones de invierno, a través de un interesante porcentaje de forasteros que llegaron debidamente ataviados para integrarse a nuestros lluviosos días, acudir a la nieve y gozar de las sorpresas lacustres y marítimas.
De todas formas, a la Región le hace falta vigorizar todavía más el fomento de sus atractivos, de tal forma que sobre todo ciudades como la nuestra se sumen con mayor fuerza a la recepción de turistas nacionales y extranjeros. Una tarea pendiente en un escenario que se observa auspicioso.