Según la información del Consejo Superior de Educación, uno de cada cinco estudiantes abandona su carrera antes del primer año y, en el segundo, sólo dos de tres continúan sus estudios en la carrera que eligieron inicialmente. Al buscar explicaciones, se concluye que este es un fenómeno multivariado. Es decir, la deserción desde el sistema terciario de educación no obedece a una única razón.
Hay autores que plantean que el éxito educativo está fuertemente asociado a algunas 'características preuniversitarias' del alumno, y que influirían en una mayor o menor probabilidad de renuncia. Por ejemplo, la dependencia administrativa del colegio de egreso, nota promedio, edad de salida de la enseñanza media y tipo de formación del establecimiento donde estuvo el alumno (técnico profesional o humanista-científico).
Sin embargo, hay una variable determinante en la educación del niño y del joven. Si la familia no tiene entre sus prioridades el estudio como herramienta de superación personal, social y económica, es muy posible que éste no termine el colegio o la enseñanza superior.
El aporte afectivo y de contención emocional que proporciona el grupo familiar, es parte de las pautas de socialización que recibe el joven desde sus primeros años de vida. Motivan el aprendizaje y la superación diaria, a través de lo cual se inculca la importancia del esfuerzo y la perseverancia como base del diario vivir.
Estudiar implica dar lo mejor de sí para aprender y aplicar conocimientos; recibir información nueva, en un ambiente distinto, con exigencias y personas con las que hay que trabajar y responder. Si ese apoyo no está desde los primeros años de vida del estudiante, y con mayor razón al transitar de la enseñanza media a la superior, la adaptación será dura y habrá una alta probabilidad de que ante las dificultades del nuevo rol, el alumno se frustre y dimita del sistema.
Las instituciones de educación superior tenemos el desafío de adelantarnos a esta realidad, al momento de recibir al alumno. Acogerlo y acompañarle en el proceso de inserción a la carrera que éste ha elegido. Pero no podemos solos. Necesitamos de de la red familiar completa del estudiante para que llegue el primer día de clases pero también para motivarle y decirle que es capaz, que debe continuar y que con este importante paso, se convertirá en una mejor persona. Los invito a trabajar juntos en este camino.
El resultado será un profesional, un técnico eficiente en su trabajo, pero lo que es más importante, un individuo feliz.