Ser profesora de Lenguaje ha sido y seguirá siendo una interesante construcción profesional y humana, matizada de conocimientos didáctico-disciplinares, experiencias en aula, convicciones valóricas e ideas propias, que en la juventud parecían locuras irrealizables, pero que con la virtud de los años se han ido materializando en proyectos reales de crecimiento formativo para otras personas, niños, adolescentes, jóvenes y también adultos, con los que he tenido la fortuna de interactuar desde la pedagogía.
El lenguaje es una de las herramientas más importantes para el desenvolvimiento de la cultura y su evolución es la evidencia del pensamiento humano que igualmente se nutre del contexto sociocultural y del mismo lenguaje para su desarrollo. Obviamente la trascendencia de esto implica generar y dar oportunidades a nuestros estudiantes para lenguajear, narrar, describir, argumentar y debatir todo lo que conocen y aprenden, porque precisamente con ello dan forma a sus ideas y anhelos, los que, desde luego, los profesores debemos ayudar a concretar, independientemente de la disciplina que enseñemos.
Ciertamente la tarea de contribuir al desarrollo del pensamiento y el lenguaje, no es exclusiva de los profesores de lenguaje, como se concibe erróneamente en algunos modelos educativos que propician la desarticulación del conocimiento y su enseñanza expresada en un asignaturismo anquilosado; promotor de un memorismo que formatea el cerebro de nuestros niños y jóvenes haciéndolos percibir la realidad cortada en pedazos. Realidad que se caracteriza por ser multidimensional, global y cada día más compleja de abordar; por tanto, requiere del desarrollo de un pensamiento humano más holístico, más integrado con la ciencia, el arte, la matemática, el deporte, la historia, la tecnología y naturalmente vehiculado por el lenguaje en todas sus formas: verbal, escrito, icónico, etc.
Por lo tanto, el desarrollo de competencias lingüísticas se debe abordar de manera transversal en el currículum, tanto para estudiantes como para profesores de todas las áreas.
Si nuestros estudiantes no hablan en clases o no les damos esa oportunidad, no sabremos qué piensan sobre los contenidos que están aprendiendo, ni mucho menos sabremos cómo habrán de implementarlos a futuro.