Cuando en Osorno se habla del Teatro de las Artes, pienso en los 'osorninos de corazón' de antaño que apostaron por gigantescas obras arquitectónicas, pensando en la recreación artística de su pueblo; obras que, increíblemente, no pudieron sostenerse ni defenderse, cuando estuvieron amenazadas de muerte. De malos recuerdos no podemos vivir, sobre todo cuando la conciencia nos delata por nuestra desidia, omisiones o irresponsabilidades ciudadanas inadmisibles.
Así perdimos el Teatro 'Principal', en plena Plaza de Armas y hoy transformado en una institución financiera; el Teatro de 'Rahue' en calle República, sede ahora de una congregación religiosa; y, el Teatro 'Osorno', ubicado en la esquina de Ramírez con Cochrane.
Este último representa el peor atentado a la razón y a los intereses culturales de Osorno, tal como lo dijimos cuando se anunció que sería demolido para levantar un edificio de 10 pisos en su lugar; habiendo tantos para dicho propósito.
La comunidad osornina y provincial no sólo repletó estas salas para ver cine; grandes espectáculos musicales y de teatro, chilenos y extranjeros, tenían una entusiasta y culta audiencia y espacios que podían responder a las exigencias artísticas. Los escenarios de los teatros 'Rahue' y 'Osorno' estaban diseñados para tener una orquesta sinfónica y coro al mismo tiempo, o para efectuar en ellos zarzuelas u operetas. Además eran salas para acoger a más de mil personas (el 'Osorno' a 1.800).
Dicho esto, todo lo que se haga - y se está haciendo por estos días - es recuperar la dignidad osornina sustentada en su dinámica artística y cultural; es recobrar lo mejor de sus tradiciones educacionales y sociales que le dieron prestigio; es llevar el paso y el ritmo que van adquiriendo su desarrollo urbano y turístico; es poner, donde deben estar siempre, las manifestaciones del espíritu que ayudan a crecer y a humanizar los actos de las personas y de las sociedades. Osorno progresa, sin duda alguna; pero debe hacerlo en todas las direcciones.
Es verdad: los tiempos de lluvia, viento, frío e inundaciones que afligen a miles, no son oportunos ni ventajosos para hablar de arte. Pero no debemos apagar la llama de la esperanza que vive donde hay un corazón sensible y un pensamiento que no se dobla en el infortunio.