Las redes sociales han entregado en las últimas horas llamativos antecedentes sobre el alto nivel de desinformación existente en la comunidad local, en torno a las medidas relacionadas con la declaración de Alerta Sanitaria para la ciudad de Osorno por los altos niveles de contaminación del aire.

Se trata, sin duda, de un síntoma inquietante, sobre todo si se considera que los usuarios con acceso a internet cuentan con un potencial mayor acceso a antecedentes sobre esta materia.

En todo caso, se trata de un fenómeno que se ha repetido en otras ciudades del país donde el Gobierno decidió a comienzos de mayo acelerar la puesta en marcha de medidas para hacer frente a los episodios críticos causados por los altos índices de material particulado fino (MP 2,5), sustancia dañina producida principalmente por la combustión domiciliaria de leña húmeda.

Lo preocupante a ojos del ciudadano común se relaciona con la poca información entregada directamente desde los estamentos oficiales a la población, que permitiera prepararse para las restricciones que se venían. En este sentido, la sensación que incluso ha sido compartida por autoridades locales, es que la aceleración de estas disposiciones restrictivas al uso de leña reviste un carácter 'centralista', por lo cual las autoridades regionales han debido ajustarse a la decisión que bajó directamente desde el nivel central, a través de un anuncio de la Presidencia de la República.

En ese marco, la responsabilidad de informar sobre lo que implica residir en un territorio declarado Zona Saturada y, por ende, susceptible de sufrir periodos de Alerta Sanitaria, ha sido tomada principalmente por los medios de comunicación locales, que han indagado en el significado de la Preemergencia y Emergencia Ambiental, transmitiendo esos antecedentes a la comunidad.

Es de toda lógica que los vecinos, al sentirse directamente afectados por las nuevas disposiciones, soliciten un mayor caudal de información que les llegue desde el Gobierno para saber cómo actuar frente a estos episodios.

Ha fallecido un hombre que encarnó el pensamiento, los sentimientos y la acción de los verdaderos 'osorninos de corazón'; de aquéllos que creían en las fuerzas originales de nuestra tierra y en la capacidad de trabajar unidos por el progreso y desarrollo. Hablamos de quienes apostaron también por el cultivo del espíritu humano expresado en las artes y la cultura; en la educación, la recreación y el deporte; en la solidaridad, convivencia social y compromiso ciudadano.

Don Pablo y los buenos, honorables y entusiastas ciudadanos de estos parajes, dieron origen al Centro para el Progreso de Osorno, en tiempo pasado cuando se vivía una sociedad de ideales poderosos y por los cuales se fraguaron grandes obras. Pusieron en sus fundamentos el amor a la tierra y a su gente, con una limpia y ejemplar generosidad. Siempre había tiempo y voluntad, recursos y talentos a la hora de pensar y de trabajar por Osorno; sin necesidad de ponerle precio, premios, cargos, ni distinciones a sus aportes de bien público; lo que proyectaban en las instituciones donde compartían sus ideales y esperanzas ciudadanas. En algún momento habrá que escribir la historia de muchos honorables ciudadanos que murieron y de los que permanecen aún a nuestro lado.

Los 'osorninos de corazón' nos han enseñado a buscar la unidad, el respeto y el compromiso para trabajar por la tierra en que vivimos; y nos han invitado a ser generosos con nuestro tiempo y con nuestro aporte personal y profesional para estos fines. En estas andanzas y ambientes cultivados en una convivencia placentera y amigable, don Pablo colocaba su exquisita cultura y sensibilidad social, su amabilidad y simpatía, su saber y experiencia para compartir lo cotidiano y lo sustantivo al mismo tiempo.

Y desde su radio, la más potente del sur, puso el sello artístico, musical, recreativo e informativo, comparable sólo a las mejores emisoras de la capital. Allí estaban el alma cultural de Osorno, su dinámica agropecuaria y productiva de la zona y las aspiraciones de los 'osorninos de corazón'.

La figura amistosa y contagiante de optimismo, el trato franco y transparente de don Pablo, seguirán en pie. Es cierto: la muerte lo ha vencido en nuestra humana naturaleza; pero no vence el espíritu de los hombres que trabajan en la vida, por una sociedad más plena, buena y bella. Si lo quisimos y valoramos lo que hizo, vivirá en nuestra memoria, con la calidez de su sonrisa y sus palabras.