La entrega de las primeras viviendas de emergencia marcará el inicio formal de la labor de recuperación en sectores destruidos por el fuego.
Las autoridades deben ser inflexibles para no permitir la radicación espontánea en aquellos lugares peligrosos, mientras se prepara el plan maestro de manejo de los cerros porteños.
Con la entrega de las primeras viviendas de emergencia por parte del Estado se iniciarán propiamente los trabajos de reconstrucción en Valparaíso, luego de la catástrofe ocurrida hace más de una semana, la que ha dejado un saldo desolador. Mientras tanto, se avanza en el catastro de las familias damnificadas, el que se encuentra en sus etapas finales, y que permitirá dimensionar en forma definitiva el número de viviendas destruidas y de familias afectadas, puesto que es frecuente que en una propiedad residieran dos o tres grupos familiares.
Uno de los aspectos más importantes en las tareas de reconstrucción, de acuerdo a lo que ha dejado nuevamente al descubierto esta tragedia, es que no debiera construirse en lugares o zonas de riesgo, que carezcan de vías de acceso, especialmente para vehículos de emergencia y que no estén en condiciones en el mediano plazo de tener las condiciones para contar con urbanización completa. Algo que debe servir también como lección para todo el país, incluida nuestra Región de Los Lagos.
En relación con este punto, las autoridades, entre ellas la ministra de Vivienda y Urbanismo, Paulina Saball, el intendente regional, Ricardo Bravo y el alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, han coincidido en establecer con mucha claridad que si bien se tratará de que las personas afectadas puedan seguir radicándose en el mismo lugar o sector donde vivían, que es el deseo general de los pobladores, siempre y cuando los instrumentos de planificación urbana no digan lo contrario. Cada vez que se ha experimentado un siniestro de grandes magnitudes, derivados en su gran mayoría de incendios forestales, se ha puesto en discusión el eterno problema derivado de la realidad de las quebradas porteñas, que son verdaderos depósitos de basuras y desperdicios, con una gran carga inflamable, a las cuales es muy difícil acceder por parte de bomberos y brigadas forestales, además de que no muchos vecinos se dan a la tarea de despejar arbustos y pastizales, para minimizar las posibilidades de propagación del fuego.
En este punto, las autoridades deben ser inflexibles, y evitar la reconstrucción espontánea en aquellos lugares peligrosos, mientras se prepara el plan maestro de manejo de esos sectores originados en su mayoría por tomas ilegales de terrenos.