"Jesús eligió a doce, uno por cada tribu de Israel, para simbolizar la universalidad de este envío"
Tras su bautismo y los consiguientes contactos con Juan el Bautista, seguido del retiro a orar en el desierto - tentaciones incluidas-, Jesús inicia su prédica anunciando la llegada del reino y al arrepentimiento consiguiente (cf Mt 4,17). El llamado es a un cambio radical, para salir al encuentro del amor de Dios, que viene, tanto con un cuerpo y alma limpios de contaminación mundana, como con el corazón abierto para aceptar ese reino, que es pura Gracia, en el regalo de si mismo que hace el Hijo encarnado; es un don gratuito que se entrega, pero cuya aceptación conlleva el asumir un nuevo camino de vida.
Es lo que el Señor les ofrece a dos pescadores, Simón - a quien luego nombraría Pedro - y a su hermano Andrés, cuando los llama: "Vengan detrás de mí y los haré pescadores de hombres" (Mt 4, 19) para, a continuación, hacer lo mismo con los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, también pescadores. Es el núcleo inicial de los doce apóstoles que lo acompañarán a lo largo de su vida pública, encabezando a los discípulos que lo seguían escuchando Su Palabra y admirando sus obras, pero con una misión que va más allá de esto. La palabra "apóstol", de raíz griega, significa "enviado": estos hombres modestos y sencillos están llamados, luego de presenciar confundidos y asustados la humillación dolorosa de su Pasión y Muerte, a ser testigos maravillados de la gloria de Su Resurrección, para ser enviados finalmente - iluminados por el Espíritu Santo - con estas palabras: "Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo" (Mt 28, 19-20). ¡Hermosa y fructuosa pesca!
Este mandato nos llega a través de los siglos y con todos los vaivenes propios de la condición humana, en la Iglesia. Mientras haya hombres y mujeres sobre la tierra, se necesitarán apóstoles que transmitan Su mensaje de amor y fraternidad.
Jesús eligió a doce, uno por cada tribu de Israel, para simbolizar la universalidad de este envío; hoy sigue necesitando, al menos, un pescador que lo comunique en cada grupo humano, y, cuando el mar se pone difícil como lo es al inicio del siglo XXI, nos repite su orden: ¡remen mar afuera, encaren los problemas... ya saben que yo estoy con ustedes!
Obispo de Osorno