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Jóvenes sordos logran medallas en el Nacional "Copa del Silencio"

atletismo. Siete deportistas de la Escuela Ana Aichele participaron en el torneo de San Fernando.
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-Pase, lo están esperando en la sala. Están todos entusiasmados.

La profesora de Educación Diferencial con especialidad en audición y lenguaje, Sofía Uarac, abre las puertas a El Austral de la Escuela Ana Aichele. ¿La intención? Poder conocer a los siete atletas de la institución que acudieron recientemente a la versión 28 del Campeonato Nacional para niños y jóvenes sordos, desarrollado en la ciudad de San Fernando.

No se trata de un torneo menor: acudieron cerca de 300 deportistas de todo Chile y la copa en disputa tiene un nombre particular, la "Copa del Silencio".

Caminando por los pasillos de la escuela, con los tradicionales gritos de niños jugando por los pasillos, la puerta de la sala se abre y los siete jóvenes, de entre 15 y 24 años, están sentados, sonrientes y expectantes. Miran a su profesora con una sonrisa cómplice, como esperando poder comunicarse.

Es allí cuando, por intermedio de las señas y a la vez diciendo las palabras en voz alta, Uarac les dice que llegó el diario y que se realizará una nota con sus logros. De inmediato comienzan los saludos, acompañados de pequeños gritos o sonidos. Todos son sordos desde su nacimiento.

comunicación

Impresiona la comunicación entre la docente y sus alumnos. Les dice entre risas que el periodista cree que son "desordenados" y de inmediato todos lo niegan, se justifican y se sientan ordenados en sus sillas. Son jóvenes, al igual que cualquiera, con mucha energía: se molestan, se abrazan, se pelean. Y en clases, por supuesto, se distraen y allí la profesora debe ir a tocarlos para que se den vuelta y miren la pizarra. Aquí, el tradicional reto no funciona.

"¿Trajeron sus medallas, verdad?", les pregunta con señas. Todos asienten y la alegría se desborda entre los jóvenes, cuatro de los cuales son de nuestra ciudad y los restantes de Paillaco, Río Bueno y Puerto Octay. Esos están internos y viajan los viernes a sus hogares. Por lo que la escuela es su casa la mayor parte del tiempo.

"Ellos están en un taller laboral, con jornada escolar completa, como cualquier estudiante. Y luego tienen diferentes talleres. En el caso de ellos, de atletismo", comenta Uarac, quien señala que los chicos realizan deporte además en sus horas de educación física. "Ahí las profesoras Mónica Santibáñez y Marcela Cárcamo los han entrenado harto", recalca la docente.

De inmediato, ante la mirada expectante de los chicos, interesados en la conversación, les pregunta si estaban bien preparados para la competencia. Siete jóvenes, siete respuestas, aunque todas afirmativas. Cada uno con distintas señas y simulación de las actividades hacía referencia al duro entrenamiento al que se sometió el grupo. Y, en ningún momento, dejaron de perder la sonrisa.

En sus clases de educación física o en los entrenamientos, los alumnos acostumbran a ir al Club Olimpia, aunque dependiendo del clima. Si llueve ocupan las mismas instalaciones de la escuela, aunque a veces "les queda chico".

"Corren para todos lados, son muy alegres y con mucha energía. Van al gimnasio a practicar y si no, hasta en los pasillos los tenemos moviéndose", dice entre risas la profesora Uarac.

MEDALLERO

Uno a uno, la profesora les preguntó a los estudiantes cómo les había ido en la competencia. Cada uno, sentado en su escritorio, miraba a su compañero mientras respondía con señas y algunos gritos de entusiasmo, a la vez que esperaba su turno. Era el momento para enorgullecerse.

Uno por uno se iba parando y mostraban sus preseas, ante la descripción y preguntas de la profesora Uarac. Ángel Villarroel fue primero en los 60 metros planos; Belén Venegas, tercera en el lanzamiento de la pelotita; Alejandra González fue primera en el salto largo y segunda en los 100 metros planos; Fabiola Püschel logró el primer puesto en los 60 metros planos de una carrera especial; Matías Paredes fue vicecampeón en la bala y Johan Antihuay fue octavo en el salto largo, por lo que sus compañeros lo molestaron al no haber sumado preseas. Comienza a hacer señas mirando a la docente, la que explica: "dice que no llegó bien preparado".

Finalmente llega el turno de Felipe Oporto, quien fue el único que logró dos medallas, tras ganar los 100 metros planos y los 1.500. Sonriendo, hace el gesto de la victoria y es felicitado por sus compañeros. Es de Paillaco y cuenta que le gusta jugar fútbol. De hecho en los fines de semana a veces juega con amigos en su hogar. Por eso, explica, no le cuesta correr rápido.

Las pruebas de atletismo para estos jóvenes son exactamente iguales que las "tradicionales", con la única y obvia diferencia en las fórmulas para iniciar las competencias: en vez de la pistola o los gritos de "en sus marcas…", se utilizan banderas. "Dos de estos chicos tienen una deficiencia mental leve, mientras que los otros cinco no, sólo tienen la deficiencia auditiva. Por los mismo, físicamente tiene las mismas opciones de cualquier otro joven".

La docente cuenta que el trabajo de integración es fuerte e importante para ellos. "Nos comunicamos con un lenguaje de señas que es chileno, no es internacional. Tiene "modismos", por decirlo de alguna manera. Es como si uno viajara a Argentina o España, igual se entendería pero habrían palabras que no. No hay un lenguaje de señas universal", comenta Uarac.

De hecho, antiguamente se buscaba que los sordos pudieran leer los labios o intentar comunicarse con la formación de palabras a través de las letras. Ahora no es así, ya que es mucho más productivo, tanto para los niños como para los docentes, utilizar en su vida diaria un lenguaje de señas donde interpretan lo que quieren comunicarse. Es decir, si hablan de beber o comer, hacen el gesto, como lo haría cualquier persona imposibilitada de hablar. Incluso poniendo atención a las conversaciones entre ellos, se pueden captar varios mensajes, especialmente, como en cualquier lenguaje desconocido, si lo hacen más lento. Porque al momento de un intercambio de opiniones, los jóvenes y la misma docente mueven sus manos a un ritmo vertiginoso.

Todo termina con la sesión de fotos, donde en el patio los jóvenes muestran toda su alegría y energía. Posan, saltan, se molestan. Viven su vida y la viven feliz. "Así son ellos. Deberíamos aprender un poco", finaliza la docente.