Las otras pasiones de Bernardo Eggers: el fundador del museo de automóviles más importante de Chile
gente. El conocido fotógrafo y coleccionista de vehículos antiguos cuenta sobre su gusto por la actividad agrícola, los hitos que marcan el camino que ha debido recorrer desde la muerte de sus padres y sus planes de vida.
Desarrollar las cuatro cosas que más se ama en la vida y hacerlo en el mismo lugar donde vivieron padres y abuelos, es un privilegio que pocos pueden darse. Bernardo Eggers es uno de ellos y lo hace en una casa y terreno que heredó de sus padres, donde combina la actividad ganadera con su gusto por la fotografía, el cuidado de las aves y su devoción por los automóviles antiguos.
Es esta última afición por lo que más se le conoce, pues el Automuseum Moncopulli, ubicado en el kilómetro 25 de la Ruta 215 a Puyehue, no sólo es un todo un emblema para Osorno, sino el primero de su tipo de Sudamérica. Pero Bernardo Eggers es más que eso. A sus 71 años se define como un hombre de campo, hijo de inmigrantes alemanes que le tomaron amor al sur de Chile.
Casi naturalmente se hizo criador de vacunos de la raza overo colorado, ganado doble propósito que entrega una buena producción de leche y carne. Es esta actividad la que le ha permitido solventar sus otras pasiones.
En las 400 hectáreas por las que se extiende su campo, 300 las dedica a la crianza de animales, otras 60 se destinan a la conservación de un bosque siempreverde, que se declaró como Área de Importancia para la Conservación de Aves.
Diariamente, a Eggers le gusta recorrer los senderos de ripio que llevan hacia la casa patronal que hace décadas se construyó en el predio.
Luego llega a la casona de madera que comparte con Ruth Fröhlich Albrecht, su esposa desde 1969. Tienen tres hijas (Marietta, Verena y Sabine) y, además, siete nietos (Felipe, Sofía, Micaela, Antonia, Emilia, Mathias e Isabella).
Al entrar al living de su casa destaca el retrato de una joven. Con orgullo, el ganadero dice que es su madre a la edad de 15 años.
SU GRAN DOLOR
Recordar a sus padres es una práctica que no olvida y que lo acompaña por muchos años, pues ambos fallecieron trágicamente en un accidente automovilístico y el mismo día de su cumpleaños número 13.
Ese momento marcó un antes y un después en su vida. Se vio obligado a emigrar a Santiago donde unos tíos lo acogieron, dejó de cantar, algo que hacía constantemente. Se volvió muy introvertido y solamente el tiempo fue mermando su dolor.
De sus padres le quedó el amor por la tierra y el trabajo de campo. Entre las imágenes que le quedan de su padre, evoca la época de cosecha, cuando con 11 años salía junto a él para ir marcando la ruta en tractores.
De su madre son muchas las cosas extraña y agradece haber tenido la oportunidad de conversar en profundidad un par de días antes de su muerte.
"Me dio unos consejos y yo le comenté de qué forma enfrentaría la vida. Esa fue, quizás, la única ocasión en que sentí que éramos dos adultos a pesar de mi corta edad", dice.
Si tuviera que elegir entre los mayores regalos que le ha dado la vida, haber conocido a su esposa es uno de los hitos que está primero en su lista. Fue con ella que en 1992 inició la aventura de crear un museo de automóviles de la marca Studebaker.
Gracias a su pasión por la fotografía logró los títulos de Artista Chileno e internacional de Fotografía (Afchf y Afiap) y fue profesor de fotografía en la Universidad de Los Lagos. Además, fue su ruta hacia los vehículos antiguos y quiso coleccionarlos.
Tuvo que decidir y correr el riesgo. Pidió un crédito para comprar una colección de siete vehículos y así partió con lo que es hoy el museo de autos más importante de Chile.
"Hoy soy un agradecido de mis préstamos bancarios. En ese momento, nadie pensaba que mi proyecto iba a resultar y miren ahora, tengo 133 autos y un museo con un prestigio internacional", recalca Eggers.
El osornino tiene grandes planes, no en la ganadería o el coleccionismo, sino en lo que él considera más importante en la vida: ser feliz. Eso, señala, no se consigue con los grandes proyectos, sino más bien con los momentos sencillos de la vida, como jugar con sus nietos.