La política y la religión
"Se ve un inusitado interés de los candidatos hacia las diversas iglesias evangélicas".
Política y religión son una combinación que también está presente en la actual campaña presidencial, de diversas maneras. Por ejemplo, en los mal llamados "temas valóricos", cuando los candidatos han expresado su opinión respecto al aborto, las drogas o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Varios periodistas han reclamado cuando alguno se opone al "matrimonio igualitario", considerando la respuesta una creencia religiosa.
Se nota en algunos medios de comunicación un rechazo a la influencia que pueda tener la Iglesia Católica en esta elección. Por otra parte, se ve un inusitado interés de los candidatos hacia las diversas iglesias evangélicas, sobre todo las pentecostales. Esto no es nuevo en la historia universal.
Un interés político mueve a Constantino a dictar el Edicto de Milán en el 313, que concedió a los cristianos el libre ejercicio de su culto en todo el imperio romano. Después es el principal mentor de la Iglesia. Años después, el 392, Teodosio declara al cristianismo única religión del imperio y prohibe sectas y credos paganos. Por conveniencia, Enrique IV renuncia a su condición de protestante para acceder al trono de Francia, aduciendo que "París bien vale una misa".
Al revés, muchos príncipes alemanes apoyan la reforma de Lutero para afianzar su poder, apropiarse de los bienes eclesiásticos y terminar con la influencia de la Iglesia. En la época moderna, a sangre y fuego se persigue a la Iglesia Católica, se intenta suprimirla (Francia, Alemania, Suiza, México, España), o se prohibe el culto público (Inglaterra, Holanda, Arabia Saudita). Chile no ha sido ajeno a estos acontecimientos, desde el siglo XIX, abarcando a Bernardo O"Higgins, Federico Errázuriz o Domingo Santa María.
Pinochet favorece a las iglesias evangélicas para contrarrestar la oposición que encuentra en la Iglesia Católica. En cambio, Pedro Aguirre Cerda y Salvador Allende (católico no practicante) apoyan sus iniciativas. A estas alturas, parece fuera de lugar seguir con esta forma de relacionarse con las instituciones religiosas, o pretender limitar el legítimo derecho que tienen para expresar su visión sobre la sociedad donde están insertas.