Es una verdadera marca de fábrica que "garantiza" la calidad del producto. Es cosa de escuchar hablar a los rayueleros de Osorno. "Los que hace Cheuquemán son buenos, de verdad. Los fabrica bien el hombre", comentan en medio de los partidos.
La referencia es a un verdadero artesano de la rayuela, creador de quizás los mejores tejos del sur de Chile.
Teobaldo Cheuquemán Delgado (65) crea estos elementos desde la década del 70´, con materiales que han ido cambiando en el tiempo pero siempre pensando en realizarlos para que los jugadores, los principales beneficiarios, puedan ocuparlos de la mejor forma y se vea reflejado en las rayas y puntos. Y en una ciudad tan fanática de esta tradicional disciplina, la masificación boca a boca de la calidad de sus productos ha sido su mejor publicidad.
Aunque como él mismo reconoce, "siempre ha habido competencia, pero he salido adelante".
HISTORIA
Criado en el campo, quería venir a estudiar a la ciudad porque en su lugar de origen "no tenía proyección. Y yo quería estudiar".
Tenía hasta cuarto básico tras estudiar en la Escuela 1 y se vino a vivir a Osorno a la casa de unos parientes, para ponerse a trabajar en el taller de tornería Lynch, ubicado donde está actualmente Trapo Deportes.
Tenía 14 años y el lugar pertenecía a Manuel Gatica, director de la Escuela Industrial, acercamiento que le permitió terminar sus estudios secundarios. Claro que ese trabajo terminó de manera abrupta y nada menos que por un tema político.
"Fui acusado de comunista, siendo que yo ni me metía en eso. En esos años era un tema complicado", recuerda.
¿Qué pasó? Su curso en el Industrial (estudiaba en la noche) estaba reuniendo dinero para luego hacer una gira de estudios, al momento de salir de cuarto medio. "Habíamos hecho beneficios y varias actividades. Teníamos harta platita". Luego, tras el 11 de septiembe se solicitó que los cursos no organicen salidas y se les pidió el dinero.
"Yo me opuse y dije que por último lo repartiéramos. Al tiro me catalogaron de comunista". Al poco tiempo se quedó sin trabajo por "reducción de personal" y tras seis meses volvió a trabajar en Tamep (Taller mecánico de precisión).
"Lo bueno es que no me pidieron la ficha de mi pega anterior, porque habría salido la razón de por qué dejé de trabajar. Y en esos años, esa "razón" era muy polémica", recuerda.
Allí se desempeñó nada menos que por tres décadas, donde en sus primeros años aprendió el arte de fabricar los tejos con un colega. "Los hacía en su tiempo libre y una vez me pidió que lo ayude porque no alcanzaba. El único problema es que este era medio bueno para el trago, así que al final se fue y me dejó a mí la "gallina de los huevos de oro", recalca. Finalmente, él se hizo cargo del oficio que ejercía en sus ratos libres.
Se comenzó a correr la voz, especialmente porque no habían muchos que los fabricaban, sí varios jugadores y destacó inmediatamente con la calidad de sus productos.
ENFERMEDAD
Claro que un cáncer a los ganglios, detectado a mediados de la década pasada, apuró su jubilación. De hecho, por la condición de su enfermedad no podía trabajar en horarios "normales", especialmente porque no resistía el frío.
Así, tuvo que dejar su trabajo y se refugió en su casa con su familia. Cuenta que su enfermedad la ha mantenido a raya con medicina alternativa, lo que lo ha tenido alejado de las "crisis".
Pero, eso sí, mantiene su amor por el arte que lo ha hecho reconocido.
Tiene un torno en su hogar con el que trabaja artesanalmente e intenta cumplir los pedidos que le hacen. "Me han solicitado desde Valdivia, La Unión, Río Bueno, San Pablo, Purranque, obviamente Osorno e incluso desde Isla Cochrane, porque para allá se fue un rayuelero que me conocía y sabía de la calidad", explica.
Cuenta que aunque no es un negocio para dedicarse, le gusta y le apasiona el fervor de los jugadores. "Para ellos los tejos son algo sagrado. ¿Si yo los ocupo? No, soy muy malo", comenta riendo.
material
Reconoce que el proceso varía de acuerdo al pedido del cliente, porque algunos lo piden con centro de bronce, por ejemplo, lo que aumenta el precio (que puede ir de $16 mil a 28 mil pesos el par).
El material con que lo hace se denomina 10-45, un acero que resiste el tratamiento término.
"El secreto es trabajarlo de tal manera que no se salte ni se quiebre. No puede quedar ni muy duro ni muy blando. Es un verdadero desafío, especialmente porque ya casi no se hacen con el acero de Huachipato (fábrica de la Región del Bío Bío), que es muy caro, así que compro acero brasileño, por ejemplo, que igual es bueno", indica el artesano.
-¿Sabe que los jugadores se pasan el dato por sus tejos? Son una verdadera marca registrada...
-Sí y eso me pone orgulloso. Por eso trato siempre de hacer algo de calidad.