El burnout es un trastorno de salud mental causado por un estrés laboral de tipo crónico que afecta a trabajadores de todo tipo, pero que se presenta en forma recurrente en servicios de tipo asistencial y educacional: profesores de enseñanza básica y media, médicos en servicios de urgencia o que están relacionados con enfermos de carácter grave (pacientes con cáncer, que han sufrido accidentes vasculares, que tienen Alzheimer, etc.), enfermeras, terapeutas.
Los distintos estudios que se han llevado a cabo definen al burnout como un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal que puede ocurrir en sujetos que realizan trabajos relacionados con personas, o bien, como un estado de fatiga crónica, desgaste o frustración que se produce en función de una devoción y entrega a una determinada causa o como consecuencia de una labor que no produce la recompensa o satisfacción deseada.
En este sentido, el burnout presenta tres dimensiones: un agotamiento emocional, que implica la pérdida o desgaste de los recursos emocionales del sujeto; un estado de despersonalización y alienación, que genera una serie de actitudes negativas o de carácter cínico e insensible hacia los demás; y una evaluación negativa del trabajo que ejecuta el sujeto y que lo hace sentirse no realizado en el plano personal.
Las cifras de burnout no son muy alentadoras, siendo más marcadas en algunos países que en otros, si bien se calcula que en el área de salud pública y en el sector de la educación escolar existe alrededor de un 20% de personas diagnosticadas con este síndrome, en tanto que otro porcentaje similar -e incluso superior- sería proclive a este trastorno o estaría a punto de sufrirlo.
Las principales fuentes de burnout son percepción de injusticia, exceso de trabajo, insuficiente reconocimiento por la labor realizada, falta de control sobre las tareas ejecutadas, conflictos con los principios y valores del sujeto.
Digamos, finalmente, que hay una serie de síntomas que permiten diagnosticar si el sujeto está afectado por un burnout. Síntomas de tipo físico: falta de energía, fatiga crónica, desgano, debilidad, susceptibilidad aumentada a sufrir enfermedades, jaquecas, tensión muscular, trastornos del sueño, etc. Síntomas de tipo emocional: depresión, sentimientos de impotencia, fuerte autocrítica, desesperanza, ansiedad, irritabilidad, tendencia a generar conflictos (familiares y laborales), desmotivación y falta de sentido en la vida.
Dr. Franco Lotito C., académico,
escritor e investigador