Uno de los temas más debatidos el último tiempo, en el marco de la reforma educacional, ha sido La Ley de Inclusión Escolar número 20.845, que genera efectos directos sobre la educación especial.
Como fonoaudióloga conozco muy de cerca la realidad de la inclusión y he vivido las dos caras. Y es que efectivamente la inclusión tiene dos caras. La más amable nos posibilita ver la felicidad de una familia que consigue un establecimiento educacional para su niño con autismo después de meses de larga búsqueda y rechazos; a niños con parálisis cerebral entrando a las escuelas en sillas de ruedas; a profesionales -como el fonoaudiólogo- siendo integrados a los equipos de trabajos.
Este rostro amable dibuja un mundo donde todos los niños tienen las mismas oportunidades de aprendizaje.
La cara amarga de la inclusión, por su parte, nos muestra una realidad diferente, recordándonos el interminable papeleo anual que nos hace destinar meses de sólo trabajo administrativo, la baja cantidad de horas que son asignadas a profesionales de apoyo, atenciones terapéuticas que no duran más de 30 minutos a la semana, que la terapia fonoaudiológica no es obligatoria para niños con autismo, mientras que la guía del Ministerio de Salud (Minsal) señala que son fundamentales para su intervención y diagnóstico, que las salas no han sido adaptadas para estudiantes sordos. Y así podría seguir.
En un época donde la bandera de lucha es la no discriminación, la Ley de Inclusión Escolar pretende ser un triunfo más en este tránsito sociocultural. Sin embargo, para un 16,7% de la población estos avances no parecen ser tan reales.
Hoy hago una invitación a todos los agentes de la sociedad, al Estado, a los establecimientos educacionales , apoderados, estudiantes y futuros profesionales, a reflexionar sobre los verdaderos cambios que se deben generar en este tema y la relevancia que tienen los profesionales de apoyo para lograr que una educación digna y de calidad esté al alcance de los niños y adolescentes con necesidades educativas especiales.
Karina Torres, académica y fonoaudióloga Infanto-Juvenil
de la Universidad Santo Tomás Osorno