La multitudinaria marcha del pasado 8 de marzo, en el contexto de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, dejó de manifiesto, por un lado, la enorme capacidad de convocatoria y movilización del feminismo en tanto idea transversal, y por otro, puso una vez más en evidencia la serie de demandas sociales pendientes en materia de igualdad de derechos.
Desde la desigualdad de derechos laborales hasta la violencia de género, pasando por los derechos reproductivos y la discriminación en sus más variadas expresiones, la agenda de temas deja en evidencia cuán retrasados estamos, como sociedad, en materia de equidad entre hombres y mujeres.
En la práctica, y a pesar de los avances que se puedan registrar, las mujeres siguen ganando menos que los hombres, están subrepresentadas en los espacios de toma de decisión en el ámbito público y privado, sufren mayor violencia física y sicológica desde temprana edad y cargan, injustamente, con los roles que históricamente les ha asignado una sociedad todavía demasiado conservadora.
Ese conservadurismo, fortalecido por una concepción patriarcal de la sociedad, ha elevado un muro que impide que los avances necesarios se materialicen a la velocidad que muchos quisiéramos.
Nada es fácil para las mujeres que viven en el centro del país ni las que hacen su vida en regiones. Menos todavía para la gran cantidad de mujeres rurales que muchas veces sufren una vida especialmente dura e injusta, que es desconocida porque la sociedad se ha encargado de invisibilizarlas.
En efecto, muy poco se habla de la mujer campesina o de la mujer pescadora. Ni que decir de las mujeres indígenas, estigmatizadas o reducidas a imágenes esporádicas en alguna campaña publicitaria para dar cuenta de una pretendida diversidad que en la práctica no es tal.
El desafío, por tanto, va mucho más allá de declararse feminista ante los medios de comunicación o en las redes sociales… consiste en alentar un cambio cultural profundo, desde los hogares, las escuelas, las instituciones y los lugares de trabajo de modo que, en un futuro cercano, no existan dos opiniones respecto a que la igualdad de derechos debe constituir una de las bases centrales para cimentar una sociedad madura y desarrollada. Lo demás es sólo discurso y las mujeres chilenas están aburridas de las palabras vacías.
Rabindranath Quinteros Senador por Los Lagos