El Austral de Osorno ha tenido la preocupación de publicar una serie de reportajes y editoriales acerca de un tema altamente preocupante para nuestro país, a saber, la problemática del sobrepeso y la obesidad infantil, un trastorno de la alimentación que afecta a entre el 45 y 51% de los menores, dependiendo de la fórmula de medición que se use. Lo más delicado del asunto es que de acuerdo con diversos estudios recientes, Chile ocupa el primer lugar en obesidad infantil en Latinoamérica y, sin duda alguna, muestra niveles de obesidad muy superiores a la media de los 36 países pertenecientes a la OCDE.
Lo que pocos parecen advertir es que esta dura realidad representa una peligrosa bomba de tiempo que está a punto de estallar a través del desarrollo de diversas enfermedades catastróficas asociadas al sobrepeso y la obesidad, entre las cuales podemos señalar la diabetes, el cáncer, síndrome metabólico, hipertensión arterial, insuficiencia renal, pérdida de visión, etc.
Un niño no sólo desarrolla diabetes por causas genéticas -tal como es el caso de la diabetes tipo 1-, sino que también la "adquiere" -¡y gratuitamente!- a causa de un sedentarismo a ultranza, una notable falta de actividad física y una errada alimentación, donde destacan excesos en la ingesta de alimentos ricos en carbohidratos, tales como pastas, papas fritas, arroz, galletas, etc., lo que sumado al elevado consumo de dulces, jugos y bebidas azucaradas, entrega una "dieta venenosa" -por no decir mortal- para la salud de los menores, una anti-dieta que los puede llevar directamente a la diabetes tipo 2.
Hoy en día -y a muy temprana edad-, los niños están expuestos cada vez más al consumo de comida chatarra, golosinas y productos con alta concentración de azúcar, lo cual, sumado a las largas horas frente al televisor, jugando videojuegos, manipulando los tablets, celulares, iPods, iPads o sentados frente al computador, conduce a una escasa o nula actividad física, condición que incide en que diversos males se gatillen en los menores. A mediano y largo plazo, todo esto termina por afectar el sistema inmunológico, provocando enfermedades de tipo cardíaco y respiratorio, complicaciones al hígado y páncreas, entre varios otros trastornos igual de peligrosos, señalados previamente.
En función de lo anterior, es urgente que la prevención se inicie desde muy temprano, ojalá desde el nacimiento mismo del menor, si es que no queremos que esta bomba de tiempo nos estalle en nuestras propias caras.
Franco Lotito C., académico,
escritor e investigador