Para qué estamos con cuentos, es harto difícil ser mujer hoy día. Ya no es cosa de desvelarse, cambiar pañales, enseñar a caminar y a rezar. Hoy, además, hay que estar preocupada de compatibilizar el trabajo fuera de casa con la hora del dentista de los niños, estar al día del último descubrimiento tecnológico y la oferta del supermercado, con lo que está pasando en el mundo y lo que está pasando en la propia familia. Y como si fuera poco, hay que verse regia y joven (no sea que la flaca de pestañas largas y pensamientos cortos deje a los hijos huérfanos de padre).
La mujer al poder, cacarean.. ¿Cuál poder?… Todas preocupadas por la igualdad de género, pidiendo más presencia femenina en el trabajo, misma cuota en política, exigiendo igualdad de oportunidades, salarios, etc. (aunque igual pascual se siguen sacando el sostén para vender blujeans).
En fin, por supuesto se agradece lo avanzado en cuanto a derechos, pero hoy algunos sectores están tan obsesionados en seguir pidiendo derechos femeninos que han olvidado primero la palabra deber y, segundo, que para pedir tenemos que estar preparadas para recibir. ¿Y lo estamos?
Por supuesto, hubo una época en que ser mamá era el sueño de toda mujer. Pero eso fue antes que se inventara la píldora, cuando la silicona y el microondas estaban en pañales.
En fin, hoy tenemos lo que tenemos y el mundo está como está, obviamente, con nuestra mitad de cuota de responsabilidad sobre nuestros femeninos hombros. Porque el legislador que promulga una ley, la autoridad que propone el aborto, el abogado que defiende la corrupción, el político que apoya el terrorismo y hasta el propio terrorista, tienen algo en común, una mamá. Desde el más conspicuo al más ignoto, han tenido a esa mujer que les guió en sus primeros años.
Tal vez, por eso hay mucho que celebrar. Además de la capacidad para entregar el sudor de nuestra frente, tenemos, por voluntad divina, la oportunidad de mejorar el mundo con esa exclusiva cualidad: acoger, desde el vientre, sostener, conservar y guiar los primeros pasos de nuestra bendecida antigua humanidad. ¡Y eso merece un brindis!
Vivian Arend