Son muy pocos los osorninos que no acusaron el golpe que la Comisión Nacional de Distorsiones de Precios propinó a los lecheros de Chile, y en particular a las dos regiones lecheras del país. Y esto no es sólo "una frase de buena crianza", ya que el comercio, las universidades, los profesionales, empresarios, prestadores de servicios y transportistas, entre muchos otros, todos sin excepción aguardaban expectantes esta medida que controlaría el ingreso de lácteos subsidiados.

Sí señores, en estas dos regiones se observan alzas en las ventas durante los días de pago de la leche. Los años buenos para la leche, aumentan las construcciones e inversiones, sin embargo, esto cae con los años malos de la leche. Pero sin lugar a dudas, los grandes perdedores son los trabajadores agrícolas, que deben irse de los campos cada vez que una lechería se cierra. Estos trabajadores especializados deben ubicarse en las ciudades y pueblos, engrosando los barrios y poblaciones que ya están saturadas. Cambian ingresos dignos más casa, luz, agua, leña, leche y otras regalías, por un sueldo mínimo, al que debe descontarse, arriendo, luz, agua, movilización y alimentos más caros. Es un impacto social enorme y no dimensionado. Y que quede claro que no buscamos cerrarle la puerta al libre mercado, es simplemente controlar los subsidios en los países de origen, para evitar el daño en la producción local.

Esta cruda realidad muchas veces no es vista por los asesores y profesionales contratados por los ministerios o las autoridades. Sin embargo, lo que no es perdonable, es que no sea considerada por los gobernantes de este país, que al fin y al cabo son los que determinan el control de las distorsiones de precios. Son los gobernantes que "con antifaz" no son capaces de entender las particularidades de las regiones. Ni en La Araucanía, ni en Aysén y tampoco en Los Ríos y Los Lagos.

Ahora serán estos mismos administradores del Estado quienes deberán responderle a los miles de pequeños productores, ya que negando una salvaguardia, prefirieron favorecer a no más de 5 grandes empresas procesadoras de leche que operan en el país, en vez de a sus propios conciudadanos, olvidándose del antiguo adagio "que la caridad empieza por casa" y sin dimensionar el impacto social de una mala decisión.

Jorge Schilling Saint-Jean Multigremial de Osorno

Sin duda, cuando la desconfianza se torna crónica y marca la contingencia en los más variados ámbitos del quehacer nacional, tenemos un problema que es necesario solucionar, tanto a nivel país como en el plano de la autocrítica personal.

Muchos casos recientes en nuestro país, tanto en el mundo público como privado, han dañado algo sagrado en la sociedad chilena: la confianza.

Sin embargo, todas estas malas prácticas también pueden servir para reinventarnos. De estas lecciones se puede salir fortalecido como ciudadanos más activos, informados y con opinión, para evitar quedar expuestos a estas malas experiencias y abusos de poder.

Un buen punto para comenzar es una introspectiva de cómo ser mejores personas, de cómo cada uno aporta para tener una sociedad más humana y menos esclava del dinero.

Hay que estimular

con fuerza la cultura del buen ciudadano. Muchas veces basta una conversación en torno a un café para despertar el sentido proactivo que invite a superarnos y cambiar la lógica del "me da lo mismo", a fin de generar esas transformaciones tan importantes en el yo interno.

Esta premisa no requiere del despliegue de ningún medio económico ni hipoteca voluntades individuales o colectivas, sólo requiere del compromiso para construir una mejor sociedad, donde todos tienen algo que decir y aportar con acciones.

Es necesario cuidar nuestros espacios y el medio ambiente, ser respetuosos con nosotros mismos y los demás, actuar con ética, potenciar la solidaridad durante todo el año y no sólo en fechas específicas.

Hay que ver como un aliado a quien está al frente y no como un potencial enemigo, eso ayuda a superarnos como seres comunitarios.

Necesitamos con urgencia "resetearnos" y tener una actitud cada vez más protagónica con los demás y la ciudad que nos alberga, tema que por cierto a la larga nos hará mejores seres humanos.

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