Después de varias temporadas en que el fútbol y el básquetbol dejaron muy en alto el nombre de Osorno, con planteles competitivos, respuesta masiva del público en el Estadio Parque Schott y en los gimnasios locales, y dirigencias que lograban acertar en materia de nuevas incorporaciones, se está viviendo ahora la otra cara de la moneda. Provincial Osorno terminó el año 2018 con un repunte final que le permitió alejarse del fantasma de descender a la Tercera B del fútbol chileno y, además, forzado a realizar una campaña del sobre para solventar en parte el déficit en que se ha incurrido; mientras que Osorno Básquetbol, que hace muy poco disputó la final de la Liga Nacional, se ha sumergido ahora en los últimos lugares de la tabla y, por culpa de una deuda, corre el serio riesgo de ser desafiliado de la categoría tras el fallo de un tribunal internacional.
Resulta paradójico que una ciudad del calado de Osorno, con una pujante actividad económica y un sostenido avance en los índices de calidad de vida, no haya podido cuajar un desarrollo similar en el fútbol profesional y el básquetbol rentado, como sí lo han hecho otras urbes medianas y cercanas geográficamente, por ejemplo, Temuco, Valdivia y Puerto Montt. ¿Qué es lo que ha pasado?, ¿qué ha faltado? La respuesta presurosa y fácil podría llevar con facilidad la sentencia hacia algún actor en particular, responsabilizando de todos los males a dirigencias que no han sabido estar a la altura.
No obstante, detrás de este bajón deportivo e institucional, con clubes sufriendo lo indecible por el déficit financiero permanente, hay una multiplicidad de razones. Lo que la experiencia comparada demuestra es que se necesita un mayor apoyo de parte del municipio (hay ejemplos notables en otros lugares del país); por cierto, cuadros dirigenciales que sepan gestionar una actividad que se mueve con la emoción, pero que precisa de la razón para innovar y crear; un sector privado que vea aquí una combinación de la responsabilidad social con un retorno de su inversión; y por último, seguidores, de fútbol o del básquetbol, cuyo apoyo no dependa de la coyuntura deportiva.
El día que estas variables consigan conjugarse, Osorno volverá a estar en el sitial del deporte
profesional que por su tamaño se merece.