A raíz del malestar constante y creciente que se observa en las redes sociales, cabe hacerse la pregunta ¿por qué la agresividad es lo que predomina por sobre el diálogo?

Muchas deben ser las razones, pero una muy relevante a mi juicio es la desinformación con la que debemos lidiar a diario. Esta se genera a raíz de la equiparación que hacen las nuevas tecnologías de la opinión personal o percepción de los temas con la verdad científica, basada en la observación y análisis de datos emitida por expertos.

Es así como, cuando se hacen propuestas para resolver los problemas que nos aquejan, en vez de razonar y emitir un juicio sustentado en la deducción, se reacciona visceralmente, muchas veces atacando al mensajero porque "proviene de la otra vereda", "tiene intereses personales", "quiere atacar al gobierno", etc.

Uno podría esperar esto de los ciudadanos de a pie, como uno, pero cuando se suman a la barricada nuestros representantes, los parlamentarios, que como su nombre lo indica son los elegidos para "parlamentar", es decir, discutir sobre un asunto con el objeto de llegar a una solución, el tema se vuelve insostenible.

Tomemos como ejemplo el movimiento No + AFP. Sus adherentes buscan terminar con el administrador de los fondos que serán nuestro soporte en la vejez. Lo sensato sería analizar la problemática de la cuarta edad, ese tramo que va desde los 65 a los 90 años, que no estaba en la ecuación de nadie simplemente porque tan sólo en la cercana década de los 70, la esperanza de vida llegaba a los 65 años.

Nada está preparado para ellos. Ni el transporte, ni las calles, ni las viviendas, ni la economía, menos lo está el financiamiento. El problema es mucho mayor si se aborda así, pero es la única manera de hacerlo para llegar a esa etapa con júbilo.

Por este y tantos otros desafíos es que debemos pensar, pensar y acordar, acordar y ejecutar. Y atrevernos a disentir, a llegar juntos al óptimo, porque dicen que cuando cien personas piensan lo mismo, noventa y nueve están demás en la discusión.

Este y muchos otros temas requieren de toda nuestra atención, pero con datos ciertos y no con interpretaciones antojadizas. De otro modo seguiremos navegando a ciegas y chocando una vez más con la dura realidad.

Alicia Vesperinas, ingeniero civil

estructural y presidenta de la CChC Osorno

Aunque la belleza escénica que otorgan los volcanes repartidos en la Cordillera de Los Andes constituye uno de los grandes atractivos turísticos del país, también es cierto que buena parte de ellos representa un peligro permanente para las zonas aledañas en caso de producirse una erupción, como ha ocurrido en los últimos años en la Región de Los Lagos con los casos del Cordón Caulle y el Calbuco. Su especial configuración geográfica obliga a Chile, más que ningún otro país, a mantener un monitoreo constante sobre los macizos declarados "activos" por parte del Observatorio Vulcanológico de Los Andes del Sur (Ovdas), encargado de alertar a los organismos correspondientes cuando alguno de los volcanes da señales de estar despertando.

Pero como la tarea no puede pasar únicamente por el monitoreo; la preparación y prevención de la población en los sitios adyacentes a los macizos ocupa un rol preponderante, pues puede ocurrir que la erupción sea tan explosiva (como pasó hace poco con el Calbuco) que los sistemas de alerta no alcancen a activarse a tiempo. Esto lo saben bien en Las Cascadas (comuna de Puerto Octay), un pueblo emplazado en los faldeos del volcán Osorno, a sólo 12 kilómetros del cráter principal, y que esta semana vivió un simulacro de erupción que contó con una destacada participación de los vecinos y que arrojó algunas enseñanzas para una mejor preparación.

De las lecciones, las principales pasan por la necesidad de ampliar la cobertura de la alarma sonora, pues la sirena de Bomberos no se alcanzó a escuchar en todos los lugares que lo requerían; y mejorar la señalización que indique la ruta hacia las zonas seguras. Esta información debe ser analizada ahora por el municipio y los organismos de emergencia para ajustar sus planes y realizar las correcciones que necesita un sector tan sensible como Las Cascadas.

La única interrogante que queda es la oportunidad del simulacro, en una fecha sin el alto flujo de turistas que llega en el verano. ¿Qué tan preparado está el pueblo si la erupción del volcán Osorno se produce cuando hay una abundante población flotante? Ojalá no ocurra, pero es un dato que no se puede desatender.