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Adiós a diácono osornino
Como nos había ido pésimo intentando dialogar con el ex obispo de Osorno, a comienzos de 2016 quisimos reunirnos con el clero. Era un hecho público y notorio que tanto ellos como nosotros estábamos pasándolo mal, así que veíamos necesario crear canales de apoyo mutuo. Para eso, invitamos a todos los sacerdotes y diáconos a una reunión en la parroquia Santa Rosa.
Fue el 5 de marzo, lo recuerdo bien. De más de 50 invitados, sólo llegó un sacerdote que tiempo después tuvo que emigrar para salvar su vocación, un ex seminarista que para ser fiel a su conciencia decidió salir del seminario, y un diácono menudo que siempre parecía tener frío, don Rubén Aguilar.
En las más de cuatro horas de reunión, don Rubén nos escuchó con atención. De hecho, en varios momentos olvidé que él estaba presente, pues mi ojo no lo divisaba entre tantos perfiles. Se sentó en medio de nosotros y no en la cabecera de mesa.
Sin embargo, ya casi al final, en medio de un silencio, una voz medio temblorosa comenzó a ganar volumen y firmeza. Su intervención de no más de dos minutos fueron preguntas que nos pidió ir contestando al tiro. ¿Están convencidos de lo que están haciendo? ¿Se han puesto en el lugar del prójimo? ¿Han pensado qué haría Cristo en su lugar?, son algunas de las inquisiciones que nos lanzó.
Cuando escuchó que nuestras tan criticadas protestas tenían fundamento, que nuestro rechazo al obispo era discernido, y que nos manteníamos unidos por valores y no por intereses, aún me resuenan sus palabras conclusivas: "entonces, sigamos adelante… ¿cómo no apoyarlos?". Esas palabras se terminaron transformando en testimonio vivo. Si hasta antes de la reunión no lo pasó bien, los avatares posteriores le hicieron mucho más difícil su servicio en la diócesis, pero no se movió ningún milímetro de lo que comprendía era su vocación: ser un buen pastor.
Fácil habría sido para él llegar a la reunión y manifestarnos su postura. Sin embargo, decidió entrar en crisis con la verdad de cada uno y en ello, reafirmó lo que creía. Luego pudo habernos impuesto su pensar, como es lo habitual dentro del mundo clerical, pero don Rubén nos abrió caminos para que nosotros decidiéramos y amó esa decisión. Nos dignificó al fomentar espacios de autonomía.
Ahora que don Rubén ha fallecido, como diócesis local perdemos a un buen pastor, pero ganamos un testimonio enorme. Era diácono, servicio que frecuentemente es menospreciado por el laico o por el cura, pero en el cual hay ejemplos de vocación. En medio de esta Iglesia en crisis y sociedad tan ensimismada, nombres y servicios como los de don Rubén no pueden dejarse de conocer. Es nuestro deber.
Juan Carlos Claret
Autos mal estacionados
Por primera vez vi a carabineros cursar infracciones a usuarios que no calificaban para usar estacionamientos preferenciales el sábado último en el supermercado Unimarc.
Ojalá sean más frecuentes dichos controles, ya que el abuso es enorme por parte de los conductores.
Enrique Rettig Ide
La moda de los tatuajes
Si bien los tatuajes en las personas constituyen una moda pasajera, como todas, los tatuajes vigentes -que yo sepa- son a perpetuidad y muchos se arrepentirán de dicha moda cuando ella pase.
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Garra charrúa
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Nosotros, en la Selección Chilena, tenemos mucho que aprender, sobre todo de disciplina y de caballeros como Óscar Washington Tabárez, verlo dirigir como todo un estratega y táctico nos da cátedra.
Sus jugadores lo respetan y se nota un sincero aprecio, eso es amor a la camiseta y la "garra charrúa" se gana espacios y corazones.
Mucho de eso nos faltó a nosotros para llegar al mundial. Por eso debemos ver a estos pequeños, pero grandes países en su virtud.
Federico Urra