Dentro de las variadas aristas que ofrece la retrasada construcción del relleno sanitario de Osorno y, consecuentemente, la tensión a la que ha sido sometido el vertedero, cuya vida útil ha tenido que ser extendida para afrontar la emergencia, hay una parte que ha pasado prácticamente desapercibida, pues ha permanecido en silencio, soportando diariamente su calvario. Se trata de una treintena de familias que viven en el sector de Curaco, vecinos del vertedero, y que han acumulado años de frustraciones. Lo que es peor, con los años han sufrido un ostensible deterioro en su calidad de vida por las montañas de basura sin tratamiento alguno que se han ido acopiando en las cercanías, provocando la llegada de vectores de contaminación que ya están, literalmente, en la puerta de sus casas, o incluso dentro de ellas.
Los pobladores, algunos de los cuales llevan mucho tiempo allí y otros que llegaron hace poco, creyendo en la promesa estatal del pronto cierre del vertedero, han tenido que habituarse a la compañía de plagas de ratones, jotes y moscas, además de un pestilente hedor que, según las condiciones climáticas y de viento, es sencillamente insoportable. Por si esto fuera poco, y esto fue comprobado por la propia Superintendencia de Medio Ambiente (SMA), las aguas del estero Curaco ya están acusando el impacto del escurrimiento de los líquidos provenientes de la descomposición de los desechos, así que la opción de la agricultura, incluso de tipo familiar, está descartada.
Por cierto, convivir con un vertedero implica, de un modo u otro, experimentar las externalidades negativas, pero cuando a ese botadero se le ha forzado seguir recibiendo basura, ya constituye un problema de corte mayor; más aún si no hay ninguna luz de esperanza para que el relleno sanitario, que se supone lo reemplazará, se convierta en una realidad en el mediano plazo. El drama de las familias de Curaco es un fiel reflejo, primero, de aquella época en Chile en que la basura sólo se acopiaba cual cerro, y segundo, del intrincado camino que tomó hace dos años y medio el relleno sanitario, que a estas alturas figura en el bando de tantas aquellas iniciativas del casi casi.