En 1969, el Congreso Forestal Mundial reunido en Roma instauró el Día del Árbol para el 28 de junio, con el fin de recordar a la humanidad la importancia de cuidar estas especies, que son la materia prima para que el hombre pueda satisfacer sus necesidades, y a la vez son fuente de desarrollo económico y purificador natural del aire.
Oxigenación, prevención de la erosión de los suelos, regulación de la temperatura, reducción del ruido, cuidado del agua y la frescura, son solo algunas de las cualidades de los árboles. No obstante, son cortados por millones a diario, sin que haya -en muchos casos- un plan de manejo que permita la reforestación de los terrenos.
Latinoamérica tiene una superficie de bosques nativos de 860 millones de hectáreas, el 22% del total mundial, pero la falta de manejo hace que la deforestación cause pérdidas de casi 5 millones de hectáreas por año.
Además, 26 países han implementado programas que apoyan el manejo forestal sostenible y fortalecen la institucionalidad del sector. Los incendios forestales son también una de las causas de la pérdida de bosques, y cada verano en diversos lugares de Chile se debe enfrentar esta situación, que a veces adquiere características de catástrofe. Se considera que alrededor del 90% de los siniestros son causados por el ser humano, ya sea en forma deliberada o por descuido. Pero lo importante es sacar lecciones de esas tragedias, para futuras normativas que permitan prevenir algunas situaciones, como por ejemplo, el riesgo de que poblaciones se construyan en sectores muy cercanos a los bosques y que los tendidos eléctricos de alta tensión pasen por zonas de plantaciones forestales.
Es fundamental educar a las nuevas generaciones con principios que valoren la importancia de los bosques, más allá de las variables económicas, y generar un cambio cultural, donde el hombre forme parte de un ecosistema que involucra a toda la naturaleza.