Como se sabe, según los entendidos, nuestra madre naturaleza demoró millones de años para dejar al troglosapiens más erectus y menos peludo y a la hembra de la especie menos neardental y más curvilínea. Es más, se supone que tuvo la delicadeza de hacerlo paulatinamente para que el cromagnon fuera acostumbrándose de a poco a la idea que algún día tendría que vestir corbata y Armani y la hembrita; Chanel y Manolo Blanik.
Ahora, para quienes, además, creemos en Dios, la cosa es harto más sencilla; Adán y Eva. En todo caso, lo interesante de las teorías sobre la evolución de la especie humana es que siempre hablan de macho y hembra.
En fin, ¿y a pito de qué este análisis pseudo intelectual con ínfulas teológicas? Bueno, a pito de esta oleada de igualdades, equidades y leyes pro "parejas homosexuales".
¿Homosexuales? ¿Opción? ¿Condición? ¿Contrario a la naturaleza? ¿Costumbre condicionada por las épocas?...
¿Época?...Para que nos hacemos los lesos, desde que el mundo es mundo, el apareamiento ha sido un tema, el sexo una incógnita y el homosexualismo otra estirpe que ni los mejores políticos ni las grandes religiones han podido descifrar. Así, desde Alejandro Magno a Jordi Castell, de grandes filósofos a famosos modistos, son parte del diario vivir. En algunas épocas los lucen, en otras los esconden y hoy trabajan en televisión y quieren casarse legalmente.
Aquí entre nos, el homosexual nacido o adquirido es una realidad y si se quieren casar que se casen, sin excusas de herencias y otras patrañas.
El matrimonio entre dos "hombres" no es noticia ni siquiera relevante. Tal vez, lo realmente importante y que debería estar llenando páginas y horas en televisión, es el maltrato, la mala vida, a veces desde su concepción, a nuestros niños. Parece que a pesar de todo, ni hombres, mujeres, trans, iguales, homosexuales (¿falta alguno?) hemos sido capaces de sostener, cobijar, educar, preparar, desde el vientre, a una persona para que sea capaz de vivir y trasmitir por generaciones los valores que permiten la sobrevivencia de nuestra especie. Eso sí es importante y no con quién se acuesta fulano y a quién le deja las dos chauchas cuando muera… ¿O no?
Vivian Arend