Pronto se celebrará un año más del natalicio de Florence Nightingale, fundadora de la enfermería moderna. Con ello se hace necesario reflexionar con respecto a nuestro rol profesional. Los cambios sociales actuales demandan ineludiblemente una mirada a nuestra práctica, y sin querer, lo primero que se me viene a la mente es el concepto de cuidado humanizado. Y me cuestiono: ¿el ejercicio actual de la profesión está guiado a atender a la dignidad de la persona y su diversidad?. Esto supone una actitud amorosa a sí mismo y a los otros considerando mente, cuerpo y espíritu, donde la comunicación a través de las palabras y gestos permitan mostrar preocupación por las personas sin subestimarlas, ni mucho menos prejuiciándolas.
El enfermero en su rol independiente debe saber estar en el momento preciso, con la escucha activa, una conducta empática, con imaginación creativa y espíritu sensible que, a través del plan de cuidados, permita la interacción con la persona, de modo que emerjan conexiones significativas.
Al hablar de dignidad nos referiremos a la dignidad de la sustancia, que desde que el ser humano es concebido no se pierde nunca. No importa dónde, cuándo o a quién se entregue el cuidado, el profesional enfermero debe velar por asistir a todo ser humano como único e irrepetible, no importando lugar de origen, pensamiento, género o condición social.
Así, el cuidado humanizado no solo se remite a algo procedimental, sino que requiere de compromiso y preocupación permanente. El profesional enfermero debe reconocer las necesidades de los usuarios expresadas verbal o no verbalmente. Apoyado de un cuerpo de conocimientos actualizado y pensamiento reflexivo, debe ser también capaz de apoyarle con intervenciones pertinentes, garantizando su satisfacción o independencia.
Claro está que la enfermería es una profesión que nos hace competitivamente distintos frente a otros profesionales, con capacidad de tomar decisiones al momento de cuidar y que, con mirada holística, respete la singularidad del ser humano. Conscientes de lo complejo que resulta entregar el cuidado de la manera en que soñamos, más aún cuando las políticas de la salud no aseguran las condiciones necesarias, hago la invitación a continuar reflexionando con humildad sobre nuestra práctica, con mente abierta y sincera, a mantenernos competentes por el ser humano al que juramos cuidar y por nuestra querida profesión.
María Cecilia Martínez, jefa de carrera Enfermería
Universidad Santo Tomás de Osorno