De partida, digamos algo que no todo el mundo parece saber: el emprendimiento ayuda a la generación de bienestar económico y social para el país, al mismo tiempo que a la desconcentración de la riqueza. Por lo tanto, es necesario hacer un reconocimiento explícito a todas aquellas personas, quienes -muchas veces con un alto costo personal en esfuerzo, perseverancia y dedicación- logran armar un negocio que no sólo le permite al mismo emprendedor mejorar su calidad de vida, sino que también ayuda a otros a hacer lo mismo.
El rol que juegan los emprendedores en el desarrollo de una nación se convierte en algo prioritario. La razón es muy simple: la realidad que observamos en una ciudad como Osorno -una ciudad rica, además, en historias extraordinarias de esforzados colonos e inmigrantes- nos demuestra la relación que existe entre emprendimiento y crecimiento económico. Esta "realidad osornina" entrega a cada instante evidencias claras de la presencia de este vínculo, por cuanto en países en desarrollo como Chile, los emprendimientos se hacen por "necesidad", más que por una "moda".
Ser un genuino creador de negocios entrega una serie de ventajas y beneficios, siendo uno de sus mayores aportes, el surgimiento de nuevas empresas -grandes, medianas o pequeñas- bajo la premisa de que hay que hacer las cosas de una manera diferente, donde la innovación constituye una suerte de condición sine qua non.
Ser un emprendedor muestra otra gran característica y sello: tiene un gran peso social, ya que más allá del evidente efecto que tiene en la generación de nuevos empleos, también tiene un notable impacto en la desconcentración de la riqueza, al mismo tiempo que ayuda a crearla.
El fundamento es sencillo: se crea riqueza a partir de una idea, de un sueño, así como del conocimiento que tiene el emprendedor acerca del proyecto que desea implementar, por lo tanto, los rasgos personales de estos sujetos resultan ser cruciales a la hora de tener éxito en un emprendimiento: (a) la perseverancia frente a los obstáculos, (b) la fuerza de voluntad para seguir adelante, no obstante los fracasos que pudieran producirse en el camino, (c) la capacidad para diseñar e implementar ideas originales, (d) un optimismo a toda prueba, (e) la presencia de entusiasmo y pasión en todo lo que hace. Emprender es, por sobre todo, educar, porque el emprendedor lo que hace, es enseñar y motivar a la gente de su entorno, al mismo tiempo que mostrar su gran capacidad de liderazgo.
Franco Lotito, académico,
escritor e investigador de la UACh