Tras los terremotos que azotaron a México subyace en algunos comentarios de expertos y analistas nacionales una suerte de autocomplacencia. Se afirma que la calidad de la construcción nacional y el estricto cumplimiento de las normas antisísmicas permitirían a nuestro país soportar terremotos tan destructivos como que los que han afectado al hermano país.
El 7,1 Richter del último sismo azteca y sus réplicas, afirman algunos, no causaría en nuestro país tanto daño. Es cierto, pero esa mirada optimista es peligrosa y debería ser reemplazada por nuevos estudios de nuestra realidad, junto a profundos análisis de la tragedia mexicana.
Así, es atinada la afirmación de Raúl Campos, vicepresidente de la comisión de infraestructura del Colegio de Ingenieros. Sostiene que "Chile cuenta con normas de diseño sísmico que están entre las más exigentes del mundo, lo que no significa que sean perfectas". También es importante la observación de Alfredo Eisenberg, master en Geofísica. "México no sólo está en un suelo muy blando, sino que además tiene un periodo natural de resonancia que hace que los edificios se dañen y se caigan", afirma.
Consideraciones valiosas que se deben estar presente en procedimientos constructivos y de control de las edificaciones habitacionales, industriales, comerciales o de entidades públicas que van desde la educación hasta servicios de salud.
Tenemos una larga y trágica experiencia de destrucción y muerte. En el siglo pasado Valparaíso fue arrasado por un sismo en 1906; otro destruyó Chillán y el centro sur en 1939, con miles de muertos; pavorosos fueron el terremoto y maremoto de 1960; de nuevo la destrucción llegó en 1985. Hemos avanzado mucho en cuanto a normas, estudios de las condiciones del suelo y sistemas de medición. Pero como bien lo afirma el ingeniero Campos, la exigencia de las normas nacionales no significa que sean perfectas.
Junto con aprovechar las experiencias nacionales hay que mirar las de otros países, considerando las condiciones del suelo, como lo recuerda el profesor Eisenberg, y viendo similitudes y diferencias con los nuestros. Es un hecho que no todos los suelos de nuestro extenso país son iguales, lo que exige adaptación de las normas a cada condición específica.
En suma, la reacción ante la tragedia mexicana, además de solidaridad, debe ser de análisis, de observación, mirando errores humanos y técnicos que pueden ser evitados en nuestra caprichosa y recurrente realidad sísmica, nunca de autocomplacencia.
"La reacción ante la tragedia mexicana, además de solidaridad, debe ser de análisis, de observación, mirando errores humanos y técnicos.