Crisis en Diócesis de Osorno
He leído con atención las cartas de Verónica Ubilla y Felipe Maiza (publicadas en esta sección el domingo y martes último, respectivamente). Creo que ambas, aunque en paralelo, van por carriles diferentes sin llegar a enlazarse del todo.
Verónica habla de diócesis y Felipe de parroquias. Las que menciona Felipe son parte de las 22 ó 23 parroquias de la diócesis. ¿Por qué no trabajan en conjunto con las otras 16 ó 17 parroquias? Releí la carta de Verónica Ubilla y en ningún acápite encuentro el "se ha perdido tiempo valioso en el escándalo del obispo Juan Barros". Sólo habla del tiempo perdido. Qué gran lástima para toda una comunidad en que, como dice el refrán, "El cojo le echa la culpa al empedrado".
Estoy de acuerdo con ambos en el tratamiento de la misericordia, el perdón y el arrepentimiento. Pero me llama la atención el uso del término impunidad, ya que, según entiendo, ambos creen en el juicio final de Dios. ¿Existe impunidad en esa instancia? Puede que estemos asumiendo el papel de jueces supremos para dirimir conforme a nuestras debilidades humanas, olvidando que todos somos pasajeros en esta vida terrenal.
Si hay algún delito que sancionar, habría que preguntarse qué veredicto -posterior a las acusaciones formales ante los tribunales- ha arrojado la justicia que debió ver las acusaciones que iniciaron todo este desquiciado suceso. Yo no conozco ese veredicto relativo a cada persona de las que en ocasiones anteriores se han mencionado, en especial respecto de Barros.
La justicia humana podrá ser imperfecta, pero nos guste o no ella es válida para el acatamiento de todos. Sabemos, por la vida práctica, que toda organización debe tener un ordenamiento jerárquico y que cada organización se da o acata ciertas reglas.
En el caso de la Iglesia Católica, el pastor obispo de Roma es la cabeza visible y responsable de toda la Iglesia. Los católicos saben que el Papa es humano, pero también confían en la acción del espíritu santo en sus decisiones. Si ya se le ha manifestado al Papa y a la Conferencia Episcopal el descontento o desconcierto de un grupo de fieles de Osorno respecto de su pastor diocesano y el Papa mantiene su designación, creo que no es porfía, sino una decisión basada en una información equilibrada. Una decisión tan equilibrada como debiera serlo la elección entre exponer un cartel exigiendo la renuncia del Pastor o la firma de la propia renuncia a la pertenencia en la Iglesia Católica.
En todo caso, este es un problema que debe resolverse en paz, sin violencia y sin menoscabo de nadie.
Javier Calisto Ojeda
Colectivos en la ciudad
Quiero abordar un tema que afecta a los que usamos colectivos en Osorno para desplazarnos a nuestros trabajos u otras actividades. Como es conocimiento de todos, el servicio entregado por las líneas de colectivos es deficiente cuando, por ejemplo, queremos ir a lugares como el hospital.
Esto debe ocurrir porque piensan que son sectores poco lucrativos para el servicio que prestan, y prefieren realizar la denomida vuelta corta en el centro. Creo que se deben tomar medidas inmediatas para solucionar este problema que afecta a los vecinos.
Las líneas deberían dividir sus recorridos por letras, así los autos saldrían con una letra que dictaría el recorrido, y para su fiscalización estarían los controles, dos al final de cada ruta, siendo su mision controlar que pasen al menos cuatro o cinco veces al día por éste. De no ser así, los presidentes de las líneas tendrán que establecer sanciones ejemplificadoras.
Además, hago un llamado a los conductores de colectivos a respetar la Ley de Tránsito. He visto como exceden los límites de velocidad o ejecutan maniobras sin previo aviso. Muchos podrán pensar que no son los únicos y están en lo cierto, pero los conductores de colectivos tienen una mayor responsabilidad, pues transportan personas y tienen licencia profesional.
Héctor Oyarzún
Calidad de las leyes
El escándalo que envuelve al Congreso por los plagios relacionados a asesorías parlamentarias esconde un trasfondo más preocupante. En primer lugar, está el despilfarro de dineros destinados a informes legislativos. ¿Quién vela por el buen uso de esos recursos que aportamos a través de tributos? Nadie al parecer.
En segundo lugar, el escándalo denota el problema endémico que sufre nuestra democracia: inflación legislativa. Nuestros representantes creen, erróneamente, que su función es hacer leyes de forma compulsiva. Mientras más leyes, mejor piensan ellos. Por eso, se vanaglorian de promover muchos proyectos de ley, como si eso fuera de por sí bueno. Por eso tenemos parlamentarios proponiendo normativas ridículas o absurdas.
El afán de hacer leyes compulsivamente conlleva otro problema. No saben qué discuten ni reflexionan acerca de lo que legislan. Incluso varios, como Ossandón o Guillier, han llegado a decir sin sonrojarse, que votan las leyes sin saber de qué tratan. Y es que al final del día, para ellos lo importante no es hacer buenas leyes.
Jorge Gómez Arismendi