En Chile, el aspecto más detonador de la inconformidad de la sociedad es la desigualdad. La liberalización económica ha producido profundas brechas sociales y los avances han agravado las inequidades y oportunidades de acceso. Pese a ser considerada una de las economías más robustas de América Latina, la distribución de ingresos en Chile es la más desigual de todos los países de la OCDE. Los informes del organismo indican que las políticas no han ayudado a disminuir la brecha socioeconómica, e incluso han favorecido a la clase más enriquecida.

El aumento del PIB no se traduce directamente en mayores gastos fiscales en la población, y menos en regiones. Se estima que el 0,1 % de los chilenos más adinerados percibe 20% de los ingresos totales del país; y la renta per cápita del 1% más rico de los chilenos es 40 veces mayor que el ingreso per cápita del 81% de la población.

Un vehículo clave para reducir la desigualdad , sin dudas, es la educación. Hoy los datos reflejan la gran expansión de la educación superior, situación que no es desconocida, pero también reflejan la descomposición del sistema de educación superior, donde se ha privilegiado una educación sin regulación. El impacto de las políticas públicas que contribuyan a mejorar estos estándares será trascendente en el futuro de los estudiantes y sus familias.

Sin duda el país ha avanzado mucho en cobertura, y más allá de cuestionar el modo de como se ha realizado, importa el generar condiciones que permitan el mejor desarrollo de los jóvenes en instituciones que den garantía de calidad, pero también en un sistema de educación superior que permita el desarrollo equitativo de sus instituciones y condiciones objetivas para que los estudiantes se inserten exitosamente en el mundo laboral.

Sería ilusorio plantear que sólo en la educación terciaria se generan inequidades, también están presentes en los niveles preescolar, primarios y secundarios. La historia del país evidencia un acceso a la educación segmentado por clase social que se consolida con las reformas de los años 80 y, posteriormente, en los 90 con el copago con un fuerte protagonismo del sector privado. No hay dudas que las expectativas de las familias en educación superior son elevadas, se asume que la mejor herencia que se les puede dejar a los hijos es una profesión donde puedan desarrollarse y tener un mejor nivel de vida. Evidentemente, estas expectativas responden a los anhelos de familias que ven en la educación un mecanismo de movilidad social.

Óscar Garrido Álvarez, rector

de la Universidad de Los Lagos

A diferencia de lo que ocurría en las décadas pasadas -y muy a tono con el panorama que se aprecia desde hace años en los países desarrollados-, la población de adultos mayores en Chile progresivamente está comenzando a aumentar en proporciones significativas, un fenómeno hacia el cual confluyen la sostenida disminución de la tasa de natalidad, las mejores condiciones de salud y, consecuentemente, el alza en las expectativas de vida de las personas. Si hasta hace algunas décadas la mayoría de la población del país eran niños y jóvenes, en el futuro cercano estará compuesta por adultos mayores, los que, de no tener resueltas sus necesidades básicas, terminarán presionando a un Estado que desde ya tiene que empezar a hacerse cargo de esta emergente realidad.

Es en este escenario que se inscribe el recientemente conformado equipo de Atención Domiciliaria de Enfermería de la Municipalidad de Osorno (Ademo), que si bien tiene varios focos para su prestación de servicios (niños de hogares de menores, entre otros), tiene como eje central el auxilio médico a los adultos mayores que se encuentran postrados en sus hogares y que, por lo tanto, difícilmente pueden viajar por sus medios o incluso acompañados hasta la red asistencial estatal. En sus cuatro meses de operación, esta inédita unidad ha atendido ya a 150 adultos mayores, brindándoles servicios como curaciones e incluso apoyo a los núcleos familiares, que muchas veces terminan sufriendo el denominado "cansancio del cuidador".

El equipo trabaja de manera coordinada con los centros de salud familiar (cesfam), precisamente para recabar información acerca de los pacientes, quienes requieren visitas regulares, en particular para el tratamiento de las lesiones propias de permanecer por largo tiempo postrados. La vocación aquí es esencial, pues hay atenciones que pueden durar hasta dos horas.

El envejecimiento de la población que se vive hoy en el país permite vislumbrar que el servicio que presta Ademo en la ciudad se irá incrementando con el paso de los años, de modo que la información que se recabe y los protocolos que se generen, serán de un insumo de gran valor para el futuro.