María Isabel Triviño
La mujer es la jefa de hogar de una de las 100 familias que desde el viernes 1 de septiembre están siendo erradicadas desde los campamentos Puerto Aravena, Ferroviario y Caipulli, el asentamiento más antiguo de la ciudad.
Entre risas nerviosas comentó que "en el verano era bonito vivir en el campamento, porque estábamos al lado del río. Pero en esta época era muy duro, porque abajo hacía mucho frío y el viento se colaba por todos lados".
Añadió que antes escaseaba el agua, "así que teníamos que echarla con un balde a la lavadora. Ahora, en cambio, me llegó la modernidad y tengo una automática".
Belén Miño la ayudaba ayer a organizar el nuevo hogar y, espontáneamente, señaló que "estoy feliz porque mi abuelita estará mucho mejor. Ya no tendrá tanto frío ni se le pasará el techo".
Agradecidos
Más de un cuarto de siglo vivió Irma Colil en campamentos: 20 en Caipulli y otros 6 en Ferroviario.
"Solo tengo agradecimientos", manifestó la mujer de 75 años que hoy reside junto a dos de sus hijos en una de las viviendas de un piso, destinadas a adultos mayores.
"Me gusta mucho mi casa nueva, porque es muy bonita. Y en la mediagua hacía mucho frío y se pasaba la lluvia y el viento", contó.
Emocionada, Irma confiesa que no se acordaba cómo era dormir en una casa. Y dijo que está feliz porque tendrá una vida mejor y más tranquila.
Destacó que "tengo abuelitos de vecinos y una plaza con bancos al frente, para ir a sentarme cuando salga el sol".
Su hijo Eduardo Mancilla, quien lava autos en la plaza de Armas, relató que "estamos muy agradecidos de todos, en particular de Skretting, empresa que los ayudó a completar el ahorro mínimo de 10 U.F. Gracias a ellos cumplimos el sueño de la casa propia", subrayó.
Acomodándose
Afanada ordenando, Andrea Cisternas se dio el tiempo para contar lo feliz que se siente en su nueva vivienda.
"Es hermosa y mejor de lo que esperábamos. Además, teniendo una casa propia, a cualquiera le cambia la vida".
Añadió que durante nueve años "pasamos muchas cosas en el campamento, pero hoy estoy feliz y le agradezco a Dios todo lo que me ha dado. Ahora sólo nos falta acomodarnos".
Seguridad
Arreglando la casa estaba el panadero José Gallardo, junto a su pequeño hijo Felipe.
"Tenemos harto trabajo todavía por hacer, pero no se compara con los 10 años que tuvimos que esperar para cambiarnos y con la inseguridad que ahí vivimos", indicó.
Añadió que encontró trabajo en una panadería de Ovejería, así que "llegaré rápido y no voy a gastar en locomoción".
Su pareja, Alicia Marín, expresó que el cambio es rotundo. "La humedad y el frío que sentíamos en Puerto Aravena ya son del pasado", destacó.
"Tendremos una vida mejor, pero queremos que nuestros hijos no olviden de dónde salieron y traten de ayudar a quienes pasen por una situación similar".
En tanto, Emilia, su hija de 10 años, quien llegó al campamento de Ovejería con sólo algunos meses de vida, ordenaba feliz su nuevo dormitorio.
"Dormí muy bien porque no pasé frío", añadió la alumna del Colegio Artístico Santa Cecilia, de la Kolbe.
años vivió Irma Colil en dos asentamientos de Ovejería Bajo: 20 en Caipulli y 6 en Ferroviario. 26
familias serán las beneficiarias en esta erradicación que podrá fin a los campamentos en Ovejería. 100
La felicidad se le notaba en los ojos a María Ojeda, quien ayer comentó que "me cambió la vida", mientras ordenaba los enseres de su nueva casa, la que compartirá con su pareja Alexis Grandón y su nieto Gonzalo Miño.